Lo interesante de ir a visitar una exposición es no saber de qué va la cosa, sino dejarte llevar. Así serás tú, como visitante, quien te forjarás tu propia opinión. No obstante, muchas veces el propio nombre te hace de spoiler y puede que vayas condicionado sobre lo que te vas a encontrar. Pues nada más lejos de la realidad en TAPAS, donde la comida no es la protagonista sino sencillamente una actriz secundaria, a pesar del título elegido.
Si analizamos detalladamente la frase que define la exposición, «TAPAS, Spanish Design for Food» comprobaremos que la palabra comida (food en inglés) sí que aparece –de hecho las “tapas” son comida-, pero a medida que vayamos recorriendo los diferentes espacios que la conforman, nos daremos cuenta de que la comida es simplemente la excusa. El verdadero hilo argumental es el diseño (design en inglés), que como vamos a ir descubriendo es el protagonista en todo momento.
¿Por qué «Tapas»?
Tal y como explica el comisario, Juli Capella, elegir la palabra TAPAS como nombre de la exposición no ha sido aleatorio. Ya que la exposición gira en torno al mundo del diseño en la gastronomía, que mejor manera que elegir uno de los alimentos que de por si ya es diseño a la máxima potencia. Puro diseño gastronómico.
Pero también reconoce que su elección se ha llevado a cabo para llamar la atención del público en cualquier parte del mundo. Se ha valorado el incentivo de que la palabra “tapa” ya se ha convertido en un genérico de abasto internacional, tal como ocurre con la pasta o el suchi.
De ahí que la TAPA se haya querido reivindicar, a través de la exposición, como un elemento que simbolice la creatividad española en el extranjero y, a la vez, atraer el interés del público internacional hacia la exposición.
¿Sabes que el origen del concepto gastronómico de tapa se deriva de un edicto del siglo XIII que emitió Alfonso X “El Sabio”, dirigido a mesoneros y posaderos de Castilla? En el mismo se establecía que no se podía servir vino en ninguno de sus establecimientos si no se acompañaba de una pequeña ración de comida, para contrarrestar los efectos del alcohol. De ahí que las jarras se empezasen a servir con un pedazo de pan sobre ellas, algo que con los años se complementaría con queso o embutido.
Una de las mayores sorpresas que han experimentado los visitantes que la han ido a ver en diferentes partes del mundo es que han descubierto que tapa significa cubrir (cover en inglés).
En Barcelona cerrando el círculo
Tras inaugurarse conjuntamente en Miami y Tokio, y recorrer quince ciudades de diferentes partes del mundo (Washington, Toronto, Sao Paulo o Seúl…), la exposición ha elegido acabar en Barcelona su recorrido, la ciudad donde se gestó.
De hecho Barcelona no solo es la sede del único museo estatal dedicado íntegramente al diseño –consecuencia del recorrido histórico que ha tenido la ciudad (como capital de Catalunya) en la implementación del diseño-, sino que ha jugado un papel primordial como escenario de la revolución gastronómica liderada por Ferran Adrià.
Una exposición, tres ámbitos
“Sin diseño no habría gastronomía. Comida sí, pero gastronomía no”, comenta Juli Capella. “De un árbol se coge una manzana y te la comes. Pero si la quieres cortar en pedazos, necesitas un cuchillo. Si quieres cocinarlas, necesitas una cazuela. Para triturarla, un triturador…”.
La exposición se divide en tres partes, presentadas de manera correlativa, y cada una de ellas centrada en un ámbito diferente: la cocina (utensilios de cocina), la mesa (utensilios de mesa) y la comida en sí (comida de diseño y diseños de la industria alimentaria como, ¡sorprendeos!, las aceitunas rellenas).
Todas las piezas expuestas están documentadas con una ficha que indica el nombre del objeto, el nombre de su diseñador y el nombre de su productor.
Antes de iniciar el recorrido, te encontrarás con un “aperitivo” audiovisual que te muestra la relación de la gastronomía con diferentes disciplinas artísticas, como el cine o la pintura. Películas de Buñuel o Almodóvar y obras de Picasso, Dalí, Miró o Barceló, son algunos ejemplos.
Asimismo también incluye un apartado final sobre el diseño de restaurantes y bodegas, así como su influencia en el envasado y etiquetado del vino, con la presentación de un espectacular expositor con 100 botellas de vino, elegidas tanto por la calidad de su diseño, como por la de su etiquetado.
La cocina
«La preparación y sus instrumentos. El laboratorio tanto en el hogar como en el restaurante».
Un apartado dedicado a elementos tan simples y cotidianos como puede ser una batería de cocina que ha llegado a obtener el premio nacional del diseño, o la evolución de los materiales para adaptarlos a las nuevas normativas y las nuevas tendencias, como pueden ser utensilios de plástico ecológico. Así como piezas con mensaje que apuestan por el diseño social en lugar del comercial.
Una buena parte de los utensilios expuestos están relacionado con el fenómeno de Ferrán Adrià y el Bulli, toda una revolución tanto en el campo de los utensilios de cocina en sí, como los utilizados para servir los alimentos en la mesa. De hecho, Adrià fue el primer cocinero en la historia que contrató a un diseñador industrial, Luki Huber, como miembro de su staff de cocina.
Desde una barbacoa portátil hasta un imprescindible emblemático de toda cocina como el minipimer (electrodoméstico estrella de las patentes españolas junto al citromatric), podemos apreciar como el diseño se ha puesto al servicio de la gastronomía desde hace muchos años, para mejorarla y hacerla más rápida, fácil y segura.
La mesa
«El universo de objetos diseñados para la presentación de la comida y el ritual social de su degustación».
En esta segunda parte de la exposición, podemos constatar cómo la mesa y su menaje también han sido campo de pruebas y experimentación dentro del mundo del diseño gastronómico, especialmente incentivado a raiz de la revolución iniciada por Ferran Adrià.
Platos, vasos, jarras, cubiertos, manteles, bandejas, así como mesas y sillas se han convertido en verdaderas obras de arte. Algunas con más acierto que otras, pero todas ellas con el sello de la evolución de las modas y las propias necesidades.
Jarras modernistas de Jujol, el plato vivo para el helado de masa madre de Jordi Roca, la mesa futbolín de José Andrés, la primera vajilla cuadrada del Bulli, botijos, botas y porrones reconvertidos en utensilios actualizados para personas urbanas y actuales, así como la incombustible aceitera Marquina, son algunas de las piezas que se exponen en esta parte del recorrido.
La comida
«El diseño en sí de los propios alimentos, desde los más tradicionales hasta las innovaciones más vanguardistas».
Y llegados al tercer y último ámbito de la exposición, entramos de lleno a revisar y conocer alimentos de diseño que nunca nos habíamos planteados que lo fueran. De hecho las propias tapas –único espacio de la exposición que hace referencia explícita a las mismas- nos las presentan como un combinado creativo de alimentos y sabores.
Las olivas rellenas de anchoa (resultado de una elaboración industrial de extracción y relleno), la paella (plato de arroz que recibe el nombre del recipiente en el que se cocina), los churros (masa de harina con forma de estrella para recoger mayor cantidad de chocolate en su superficie), son algunos de los alimentos que se presentan en este espacio y que dan para pensar a partir de su consecuente explicación.
Pero de entre todos los productos y alimentos expuestos, es el Chupa Chups, sin lugar a dudas, el elemento estrella del diseño industrial. Un producto que vino a revolucionar el mercado en 1956, cuando Enric Bernat lo reinventó (de hecho no pudo patentarlo porque ya existía), y diseñó el famoso expositor en forma de flor, que uniría al diseño del logotipo realizado por Salvador Dalí. El interés del diseño lo avala el que es uno de los artículos que forman parte de la exposición permanente del MOMA de Nueva York.
Bonus de la exposición
Tras finalizar el recorrido por los tres ámbitos expositivos, como colofón final, la muestra ofrece dos performances creadas uniendo, también, diseño y gastronomía .
La primera, “Embedded Drinks” (bebidas embebidas) de Martí Guixé, es una muestra de unas curiosas “galletas”, elaboradas con ingredientes naturales y preparadas para contener licor, que permiten “comer alcohol” en lugar de beberlo.
La segunda, «Food Photocall» de Antoni Miralda [donde destaca una imagen inspirada en el Agnus Dei de Sant Climent de Taüll], es un espacio acondicionado para que el visitante pueda tomarse una fotografía como recuerdo gráfico de su paso por la exposición, y donde se le invita a acceder a su interior para dejar su opinión y reflexión sobre la propia exposición.
La «tapa» de la exposición
Y antes de abandonar el museo, una última recomendación. ¿Qué mejor manera que poner el punto final a un recorrido por el diseño gastronómico que degustando una tapa especialmente diseñada para este evento?
Es una creación de Sauleda Pastissers i Càtering de Sant Pol de Mar, y que consiste en un macaron elaborado con frambuesas y relleno de brandada de bacallà, aceite de olivada y pistacho. Una verdadera delicia -lo afirmo con rotundidad-, que se puede degustar en la cafetería del Museo.
En definitiva, una exposición que no solo te llamará la atención por su contenido, sino que te obligará a que te vuelvas a pasar por el DHUB, ya que te despertará el gusanillo de saber más sobre lo todo lo que hay y no sabemos del mundo del diseño.
Más info en RRSS con #spanishdesignforfood
Museu del Disseny de Barcelona
Edifici Disseny Hub Barcelona
Plaça de les Glòries Catalanes, 37-38
08018 Barcelona