Este último viaje a Múnich ha supuesto mi tercera visita a Baviera, o como la llaman oficialmente Die Freistaat Bayern (Estado Libre de Baviera). Si la primera vez la visita formó parte de un recorrido por Alemania, y la segunda fue una escapada desde Austria, en esta ocasión ha sido un viaje exclusivo a la capital bávara, tomando como excusa la famosa Oktoberfest, para ver cómo gira la vida de los muniqueses en torno a ella.
Dicen que München es una ciudad con una completa y variada oferta lúdica, y la Oktoberfest es su exponente más famoso. Es la fiesta popular por excelencia que mueve mayor número de visitantes en todo el planeta, y que gira en torno al consumo de cerveza, bebida de la que se suelen consumir alrededor de cinco millones de litros, aunque la verdad no solo se desperdicia mucha, sino que mucho consumo se realiza sin medir las consecuencias que unas horas más tarde vas a ir viendo mientras paseas por la ciudad.
La fiesta tiene carácter anual y dura dieciséis días. Comienza el penúltimo sábado de septiembre, a las doce del mediodía, cuando el alcalde de la ciudad pronuncia el tradicional “O’zapft is!” (¡está abierto!), a la vez que abre el primer barril de cerveza.
Aunque durante esas dos semanas toda la ciudad se viste para la ocasión, el lugar al que hay que desplazarse es el Theresienwiese (Prado de Teresa), una inmensa explanada situada al sudoeste del centro de la ciudad, a donde se puede llegar con las líneas U4 y U5 del metro de Múnich, y que está muy próxima a la Hauptbahnhof, estación central de trenes de la ciudad. Uno de los imperdibles de ese lugar es una colosal estatua de Bavaria (nombre latino de Baviera), que representa una inmensa amazona germánica símbolo del estado de Baviera, esculpida por Ferdinand von Miller.
El nombre de Theresienwiese está dedicado a la memoria de la princesa Therese Charlotte Luise Friederike Amalie von Sachsen-Hildburghausen, cuyos esponsales con el futuro rey Ludwig I von Bayern en 1810, fueron el origen de la actual Fiesta de Octubre. Según se explica, durante las celebraciones todos los muniqueses acudieron al lugar para tributar su homenaje a los príncipes herederos. Éstos, en señal de agradecimiento, instauraron la tradición de celebrar una fiesta similar con carácter anual para conmemorar el acontecimiento. Aunque inicialmente la fiesta giraba en torno a una carrera de caballos y no a la cerveza, con el paso de los años se fueron incorporando otros elementos que acabarían derivando en el protocolo festivo que se sigue hoy en día. Se calcula que suelen acudir unos 6 millones de personas cada año, procedentes de todas las partes del mundo.
El recinto de la fiesta está repleto de impresionantes atracciones de feria y de múltiples carpas, patrocinadas por las principales marcas de cerveza, donde se come, se bebe y se baila. Las carpas están abiertas al público en general desde la mañana hasta las cuatro de la tarde, cuando se cierra el acceso, se limpia el recinto y se da entrada a las personas que disponen de reserva. Todas las carpas disponen de unas zonas reservadas a lo largo de toda la jornada, desde las que se pueden seguir la fiesta de manera mucho más relajada y reposada que cómo se vive en el centro de la sala. El ambiente es desinhibido y alegre, aunque el exceso del consumo de cerveza pueda crear algún que otro contratiempo.
La zona exterior está salpicada de múltiples y variados puestos de comida y bebida, entre los que no faltan los típicos Lebkuchenherzen (corazones de pan de jengibre), con mensajes de amor o amistad, y otros algo más picantes: Ich liebe Dich, Du bist mein sußes Herzchen o Ich denke nur noch an Dich. Acabar la jornada en la Oktoberfest luciendo uno de ellos a modo de collar es una norma de casi obligado cumplimiento.
Además de los corazones de jengibre, los sombreros de fieltro con la bandera bávara, camisetas oficiales del festival o las típicas jarras de cerveza de un litro, uno de los elementos más característicos de la fiesta son los típicos trajes bávaros que visten la mayoría de los lugareños. Las mujeres visten Dirndl y los hombres Lederhosen, trajes alrededor de los cuales se ha desarrollado toda una cultura y se han convertido en un atuendo inevitable durante la Oktoberfest. Solo con dar un rápido vistazo a tu alrededor, es fácil distinguir si quien lo viste es un bávaro o un turista recién llegado; hay que saber llevarlo.
Para los que nos agobian las multitudes, o a los que comer y beber cerveza de manera continuada y durante muchas horas seguidas no es lo nuestro, permanecer un rato en una de las carpas y darse un paseo por el recinto exterior es más que suficiente para conocer de primera mano qué es la Oktoberfest.
Una vez finalizada esa experiencia te recomiendo que tomes de nuevo el metro destino hacia la Marienplatz y no dejes pasar la oportunidad de seguir paseando, pero por el centro de la ciudad. Junto a la puerta principal del Neues Rathaus (Ayuntamiento Nuevo) está la oficina de turismo, en la que puedes adquirir un plano que te ayudará a guiarte durante el recorrido.
Empieza el paseo por la propia Marienplatz, considerada el corazón de la ciudad, y donde históricamente se celebraban las justas de caballeros y un importe mercado agrícola. En el centro de la plaza está la Mariensäule, una columna que rinde homenaje a la patrona de Baviera, y sobre la puerta principal del Neues Rathaus verás una impresionante torre central, en donde está uno de los imprescindibles turísticos de la ciudad: el carillón de 43 campanas y figuras de cobre que de mayo a octubre se pone en marcha dos veces al día (a las once de la mañana y a las cinco de la tarde), y el resto del año, exclusivamente a las once de la mañana.
En la plaza también está el Altes Rathaus (Ayuntamiento Antiguo) donde está el Spielzeugmuseum (museo del juguete), y a su derecha –cruzando la avenida- la Peterskirche (Iglesia de San Pedro), que está considerada la parroquia más antigua de la ciudad. Dicen que desde lo alto de su campanario se contemplan unas impresionantes panorámicas de la ciudad, aunque lamentablemente no tuve oportunidad de comprobarlo.
El siguiente lugar que hay que visitar es el Viktualienmarkt (mercado de las vituallas), un mercado callejero en donde se pueden comprar y consumir alimentos, mientras descansas en una de las mesas que hay en el recinto, un buen ejemplo de un típico Biergarten, tan populares por allí.
«Se cavaron sótanos profundos en la tierra, si era posible directamente junto al establecimiento cervecero. Para protegerlos del calor del sol, los cerveceros diseminaron grava clara sobre el suelo y plantaron castaños que ofrecían sombra. El castaño autóctono, con sus grandes hojas y raíces planas, ofrece la protección perfecta frente al sol y la grava brinda frescura adicional. Con el fin de que la vía de transporte fuera en lo posible corta, se comenzó a expender cerveza en estos jardines. Había nacido el Biergarten, una institución bávara.»
Fuente: Paulaner.es
Además de comida, también encontrarás puestos de bebidas, flores, hierbas y regalos. En este ocasión, una de las especialidades que descubrimos fueron las salchichas Käsebeisser, que nos parecieron exquisitas. Por cierto, sobre cervecerías y restaurantes, dos recomendaciones: la Hofbräuhaus (especialmente para «hacer de turista») o la Weisses Brauhaus (mucho menos turística y más habitual entre el público muniqués), muy próximas una de la otra, y donde no puedes dejar pasar la oportunidad de degustar un plato de codillo asado, entre otras muchas especialidades bávaras.
Desde la izquierda de la Marienplatz parte la calle comercial por excelencia de Múnich: la Neuhauser strasse, que se funde con la Kaufinger strasse hasta llegar a la Karlsplatz, a la que se accede a través de la puerta de Karlstor, una de las tres puertas que quedan en pie de la antigua muralla muniquesa. Desde allí tienes la opción de tomar el metro (U-bahn), un tranvía o sencillamente empezar a pasear si lo tuyo es callejear e ir descubriendo las ciudades.
No dejes de ir a la Königsplatz, plaza que se conoce como la “Atenas de Isar” por los tres edificios que la rodean [la Propyläen (propileos) que imita un templo griego dórico, la Glyptothek (gliptoteca) de estilo jónico y la Staatliche Antikensammlungen]. Entre los parterres hay instaladas una especie de balas de paja gigantes, hechas con cañas de colores, que resaltan entre el verde del césped.
De regreso al centro, pásate por la Promenade Platz, donde está el famoso hotel Bayerischer Hof. A lo largo de la plaza verás cinco estatuas dedicadas a Lorenz-Westenrieder, a Orlando di Lasso, al príncipe elector Max Emanuel, a Christoph Willibald Gluck y a Maximilian Joseph Graf von Montgelas. Lo que más te sorprenderá será una especie de altar dedicado al fallecido Michael Jackson, que sus fans han realizado alrededor de una de las estatuas, decorándola con carteles, flores, velas y corazones.
En esta ocasión, debido a la apretada agenda de “festejos”, no pudimos entrar en la Frauenkirche (la Catedral de Nuestra Señora), ni acercarnos al Englisher Garten (Jardín Inglés) donde hay un precioso Biergarten en lo que se conoce como Chinesischer Turm, reproducción de una pagoda china. Tampoco pudimos visitar el Schloss Nymphenburg (palacio de verano de los reyes de Baviera), ni al Allianz Arena (templo del FC Bayern München AG), que ya conocíamos de la primera vez que estuvimos en la ciudad, pero sí que dimos un rápido paseo nocturno por el Olympiapark y entramos a ver la exposición del BMW welt, que hay justo a la salida de la estación del metro.
Como colofón a la agenda de tres días de duración fuimos hasta el campo de Dachau, un lugar situado a 13 km al noroeste de Múnich, cuya visita dejo a la libre elección de cada uno. Se llega con el servicio de trenes de cercanías (S-bahn), y un autobús del servicio público -que coges frente a la estación del ferrocarril- te deja frente a la puerta de entrada. La entrada es libre y gratuíta, y se pueden alquilar autoguías en diferentes idiomas, aunque a lo largo del recorrido existen infinidad de carteles explicativos en alemán e inglés.
Por cierto, si te dicen que en Alemania solo hablan alemán, no irán muy desencaminados. Si entras en una panadería y te diriges a la dependienta en inglés, sin ningún tipo de esfuerzo ni de reparo te contestará: «Ich spreche kein Englisch!», y si quieres comprar algo tendrás que esforzarte en hacerte entender, ya que ella no habla inglés.
Galería fotográfica
Para saber más:
Official website for the city of Munich
Alemania Destino Turistico