Nota: Artículo revisado y actualizado con fecha 13 de octubre de 2023.
Paseo por el Call de Barcelona | Antes de adentrarnos en la redacción del post de hoy, permitidme que os transcriba dos párrafos del capítulo 10º de la obra de Chufo Llorens «Te daré la tierra» (págs. 88 a 89), que nos darán muchas pistas sobre la historia del lugar que os invito a visitar.
“Desde tiempo inmemorial los judíos de los diversos condados catalanes vivían apartados de los cristianos por múltiples razones. De una parte, los consejos de la Iglesia en este sentido eran tajantes: todo lo que pudiera contaminar la verdadera fe debía ser visto con recelo. A ello se añadía el hecho incuestionable de que de esta manera se podían prevenir los desmanes del populacho; cuando no se tenía a un chivo expiatorio para endilgarle cualquier desgracia (ya fuere una epidemia de peste, una plaga de langosta o un desastre de la naturaleza, como una sequía), siempre podía culparse a los judíos. Por otro lado, teniendo en cuenta que los mismos rendían grandes servicios al conde como cambistas, recaudadores de impuestos o físicos, su protección estaba más que justificada, y resultaba una tarea mucho más fácil si se los concentraba en un barrio que pudiera vigilarse.
Estas circunstancias se sumaban a otras atribuibles a la misma idiosincrasia del pueblo hebreo: ellos preferían vivir apartados, su religión era otra, sus costumbres distintas, y sabían que los cristianos los acusaban de haber crucificado a su Dios, lo que había marcado su relación con ellos, amén de que tampoco querían en modo alguno contaminar sus propias tradiciones tratando a los que ellos consideraban infieles, de no ser para negociar. Sus hábitos eran completamente endogámicos: se casaban entre ellos según su ritual, tenían sus sinagogas, sus casas de préstamos, sus micvá y sus alimentos, elaborados según los ritos kosher. Todo ello contribuía a que tuvieran fuertes lazos de hermandad y que fuera tarea imposible, para cualquier ajeno a ellos, entrar como asociado en alguno de sus negocios o actividades. Los barrios donde estaban confinados en todos los territorios catalanes recibían el nombre de calls. Se accedía al de Barcelona a través del portal de Castellnou que, por lo mismo, también se llamaba del Call.«
«Te daré la tierra» de Chufo Llorens
Una auca basada en tecnologías 2.0
[Nota de la autora | El servicio que describimos en esta parte del post ha quedado anulado, por lo que hemos visto en los enlaces que compartíamos. Pero mantenemos el texto que se publicó en su momento, dado que relata la presentación del proyecto.]De igual manera que hace unos meses hicieron los comerciantes de la calle Llibreteria y aledaños, esta vez han sido los comerciantes del Call de Barcelona y la Associació Sonara, junto al MUHBA y la colaboración del Ajuntament de Barcelona quienes han vuelto a apostar por los innovadores códigos QR, para proponernos una nueva manera de visitar esa zona de Barcelona. No solo permite dar a conocer su oferta comercial y gastronómica, sino que ofrece la posibilidad de regresar al año 1300, y descubrir muchas de las historias y leyendas que guardan las paredes de los edificios de esa zona de Ciutat Vella.
Tal y como explicaron los promotores del proyecto, en la presentación que hicieron el pasado día 1 de abril en el Centre d’interpretació del Call jueu, el primer objetivo del nuevo proyecto es hacer que los barceloneses vengan a esa parte de Barcelona, conozcan su historia y disfruten de la oferta comercial que hay.
Como dijo Carolina Gaona, fundadora de la Associació Sonara, “si la calle Petrixol nos explica su historia a través de una auca hecha con piezas de cerámica, a partir de ahora el Call nos la explicará a través de otra auca basada en las tecnologías 2.0”.
El proyecto incluye dos rutas. Una histórica y otra comercial, que se pueden seguir de manera individual o conjuntamente, combinando shopping, gastronomía y turismo. Asimismo, encaja perfectamente con la que ya hace tiempo funciona en la zona de la calle Llibreteria. Por lo que una vez finalizada la primera ruta, se le puede dar continuidad por esa otra parte del Barri Gòtic.
De ruta por el Call
Pues bien, aunque el día de la presentación hicimos un pequeño recorrido por una parte de la ruta, he aprovechado un receso en el trabajo para perderme junto a mi smartphone por las callejuelas del antiguo Call, y sumergirme en la historia medieval de Barcelona siguiendo la nueva propuesta. Tal y como nos comentaron, detrás de cada información que se obtiene al escanear el correspondiente código QR, hay un exhaustivo y profundo trabajo de investigación.
La ruta discurre por la zona que se corresponde con el Call Major, espacio que delimitan las calles de l’Arc de Sant Ramon, del Call, del Bisbe y de Sant Sever, y deja a un lado lo que fue el Call Menor, donde actualmente se encuentra la Iglesia de Sant Jaume, y que en el siglo XIV ocupaba parte de la comunidad debido al incremento de su población. Según las estadísticas, el Call llegó a contar con unos 6000 miembros, algo así como el 20% de la población total de la Barcelona de aquella época.
A lo largo de los diferentes lugares señalizados en el plano, se van descubriendo detalles de la vida cotidiana en el Call medieval, tanto respecto a la ubicación de sus comercios (panadería, carnicería, pescadería…), como de diferentes viviendas de personas relevantes, como ocurre con la propia sede del Centre de Interpretació del Call, lugar conocido como la Casa del Alquimista, en donde vivió Jucef Bonhiac, un tejedor de velos hebreo.
En la calle de Sant Honorat, antigua calle de la Font, como el nombre indica fue el lugar en donde el rey Pere III mandó construir una fuente para abastecer de agua el Call, y evitar de ese modo los habituales conflictos que se producían, cuando los judíos tenían salir fuera de su barrio, para abastecerse en zonas de mayoría cristiana.
Visita al museo de la Sinagoga Mayor
Por cierto, la visita al Call me ha dado la oportunidad de entrar por primera vez en lo que dicen son los restos de la Sinagoga Mayor de Barcelona, convertida hoy en día en un museo, y situada en la calle Marlet, 5.
En mi periplo por diferentes partes del mundo, había visitado diferentes lugares relacionados con la historia del pueblo judío. Berlín, Viena, Ámsterdam, Paris, Roma, Venecia, Toledo, Girona, el Monte Sinaí, Marrakech, incluso el barrio judío de Brooklyn en Nueva York, pero ¡POR INCREIBLE QUE PUEDA PARECER!, hasta ahora, nunca antes había entrado en la Sinagoga histórica de Barcelona que, ante mi sorpresa, me comentaron que está considerada la más antigua de España, y parece ser que de toda Europa.
Aunque su época de mayor esplendor fue entre los siglos XI y XIV, los restos arqueológicos que se remontan a la época romana dejan constancia de la presencia judía en Barcelona desde el siglo III o IV dC. De ahí que se considere el testimonio más antiguo encontrado hasta el momento en Europa.
Estamos, pues, ante un edificio con cimientos que se remontan a la época romana, una estructura central de la época alto-medieval y unos pisos superiores del siglo XVII. Aunque el edificio esté actualmente encajonado entre otras construcciones, se cree que la Sinagoga primitiva ocupaba un espacio abierto, sin edificios colindantes.
Al interior se accede por una puerta minúscula, que obliga a agacharse, y está dividido en dos salas.
La primera sala del museo
En la primera sala, que encontramos nada más flanquear la entrada y descender las escaleras, se conserva una muestra del suelo romano original y diferentes balsas de tintorería, que se han atribuido al negocio de los propietarios del edificio hacia finales del siglo XV.
Según me explican, los propietarios eran una familia de judíos conversos «oficialmente», pero que en realidad seguían practicando su fe primitiva en un espacio clandestino que ocultaban en el interior de su domicilio. El resultado fue que tuvieron que huir a Francia tras ser descubiertos. Y parece ser que la Inquisición los juzgó en rebeldía, y tras condenarlos a la hoguera, fueron quemados «en ausencia», usando una efigie.
La segunda sala del museo
La segunda sala del museo se corresponde con la zona principal de la Sinagoga medieval, lugar reservado para los hombres de la comunidad.
Según me explicó mi guía, (y digo mi guía porque fue una verdadera visita particular), parece ser que cuando descubrieron los restos de la antigua Sinagoga, para establecer la correspondencia del edificio con el templo original, tuvieron que seguir diferentes procedimientos.
Además de usar la información obtenida en documentos de un recaudador de impuestos de 1400, se compararon los criterios establecidos por el Talmud para la construcción de una sinagoga con la estructura del edificio actual, y se comprobó que cumplía con la Tosefta, que establece que uno de los muros de la construcción debe estar orientado hacia la ciudad de Jerusalén.
Entre los objetos expuestos hay un Arón Ha-Kodesh, armario tradicional donde se guardan los rollos manuscritos de la Torá, una colección de piezas de estaño usadas en los rituales judíos, y una Menorá realizada en forja de hierro, que el artista mallorquín Ferran Aguiló entregó en 2002 al museo, con motivo de la reapertura del antiguo templo y para recordar a sus antepasados de origen chueta.
La sinagoga lleva el nombre de Shlomo ben Adret, un famoso maestro de la Ley judía entre los siglos XIII y XIV, nacido en Barcelona, y que fue rabino de la Sinagoga durante 50 años, a la vez que prestamista del rey Jaume I.
En el lugar donde se encontraba la pared norte de la antigua Sinagoga, actualmente hay una efigie de Santo Domingo (Sant Domènec), una manera de cristianizar los edificios emblemáticos de las juderías. A raíz del asalto del Call, el 5 de agosto de 1391, día de Sant Domènec, la calle cambió su nombre original por el del santo y el edificio pasó a ser propiedad del rey, así como todos los bienes de la comunidad.
La Sinagoga, como ya he dicho, funciona únicamente como museo y no está abierta al culto, aunque ofrece la posibilidad de celebrar algunos eventos especiales, propios de la comunidad judía, como el Bar Mitzvah de los varones o el Bat Mitzvah de las mujeres, la Juppa o el Kadish.
Finalizada la visita a la Sinagoga, me recordaron que muy cerca de allí, en el interior de una encantadora tienda de la calle Banys Nous, se conservan los restos de un Mikveh del siglo XIII (baños públicos), que ya tuve ocasión de visitar hace un tiempo.
Un rincón gastronómico con recomendación internacional
Y como la ruta no solo fue cultural, sino también gastronómica, finalicé la jornada degustando una tabla de embutidos y quesos en la Vinateria del Call, acompañándola de un excelente vino DO Priorat.
Una tasca con poco aspecto turístico, pero con público de diferentes nacionalidades, al que, según me explicaron los camareros, acuden gracias a las excelentes recomendaciones de otros foráneos que la visitaron previamente.
Para saber más:
Centre de interpretació del Call de Barcelona
Associació Call de Barcelona
La Vinateria del Call
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