El parc de la Ciutadella es uno de esos lugares de Barcelona que van inevitablemente unidos a la imagen de la ciudad. En efecto, si preguntas a algún foráneo que te diga tres lugares a visitar, «la Ciutadella» (como se le llama popularmente) entrará en buena parte de los resultados de esa estadística. De hecho, durante muchos años, una de las esculturas que hay en el parque fue imagen de Barcelona: La Dama del Paraigua.
La dama más barcelonina
Obra de Roig Solé, la escultura de la Dama del Paraguas representa a una señora vestida a la moda de la época en que se diseñó, que sostiene un paraguas abierto de cuyas varillas brota agua. Una imagen inspirada en la de una mujer de la burguesía de la ciudad.
El primer parque urbano de la ciudad
El hecho de que el Parc de la Ciutadella está considerado como el primer parque público que hubo en la ciudad, seguro que contribuye a esa imagen mitificada que tiene.
Una zona verde que nació cuando Barcelona empezó a salir del yugo de las murallas físicas y psicológicas; éstas últimas relacionadas con el derribo de lo que había sido uno de los lugares más odiados de la ciudad: la fortaleza de la Ciutadella.
Por ello, sin llegar a ser ni el Central Park de NYC o el Hyde Park de Londres, el Parc de la Ciutadella siempre se ha visto como aquel pulmón verde que le surgió a una Barcelona que la industrialización había convertido en un lugar gris, hacinado y de espaldas al mar. De hecho, por aquel entonces ya existían las zonas verdes de Montjuïc y Collserola, pero la Ciutadella se convirtió en un parque dentro de la propia ciudad.
Una ciudad de rebeldes bajo vigilancia militar
Tal y como explicamos en el post sobre el Castell de Montjuic, tras la derrota de 1714, Barcelona se vio sumida a una estricta vigilancia militar, “dado el carácter rebelde con el que la corona siempre había visto a Barcelona y a sus habitantes”.
¿Cómo lo hicieron? Por un lado, convirtiendo el castillo en una fortaleza defensiva que apuntaba sus cañones hacia la ciudad. Por el otro, construyendo otra fortaleza, también militar, en el otro extremo de la ciudad, a costa de la destrucción de buena parte de la zona de la Ribera. Una historia de sobras conocida, que no nos vamos a detener a relatar.
Solamente dos curiosidades al respecto, que se pueden ver en las dos siguientes fotografías:
Barcelona a Prim
Si accedes al parque por la entrada que hay en la confluencia del Passeig Picasso con Marqués de l’Argentera, te encontrarás con una imponente escultura a caballo, que Barcelona dedicó a Joan Prim. Una de las esculturas más llamativas del parque, tanto por su ubicación, como por su tamaño.
El porqué de esa escultura es que Barcelona quiso reivindicar la figura del viejo general que, siendo presidente del gobierno, decidió ceder la fortaleza militar a la ciudad, conocedor de los deseos que tenían los barceloneses y las barcelonesas por acabar con una construcción de tan nefasto recuerdo…
Solo puso una condición para la entrega: que tras la demolición el terreno resultante se tenía que convertir en un parque urbano.
La escultura actual no es la original, que destruyeron en 1936, sino una de 1948 hecha por Frederic Marés.
Dicen que está inspirada en la estatua ecuestre dedicada a Enrique IV que hay en el Pont Neuf de Paris, que a su vez está basada en la estatua ecuestre que Cosme I de Medici tiene en la Piazza della Signoria de Florencia, y que data de 1594, tal y como explican en “La Barcelona italiana” de Josep Montoya. Viendo las fotografías adjuntas ¿qué opináis al respecto?
El parque de Fontseré
Con el objetivo de reordenar el espacio, en el año 1872 se organizó un concurso público para la presentación de diferentes proyectos.
Como ya se sabe, el de Josep Fontserè fue el proyecto ganador. Un proyecto que se ideó bajo el lema “els jardins són a les ciutats el que els pulmons al cos humà” (“los jardines son a las ciudades lo que los pulmones al cuerpo humano”).
De esta afirmación se desprende fácilmente la intención del arquitecto de convertir ese espacio en el pulmón verde que necesitaba la Barcelona de aquel momento.
El Parc de la Ciutadella se construyó en tres años, que coincidieron con la decisión de celebrar en Barcelona la Exposición Universal de 1888, por lo que ello influyó directamente en el desarrollo del proyecto inicial.
Del complejo militar solo se conservaron tres edificios, que todavía hoy siguen en pie, y que estaban situados alrededor del antiguo patio de armas.
El primero fue el Palau del Governador, que actualmente es sede del INS Verdaguer. El segundo fue la capilla, que conservó su función como parroquia castrense de Barcelona. Y el tercero fue el arsenal, destinado a almacén de pólvora y balas, que merece un punto y aparte por la relevancia que tiene en la actualidad al ser la sede del Parlament de Catalunya tal y como explicamos más adelante.
De las nuevas edificaciones que se construyeron todavía se conservan cuatro: el Castell dels Tres Dragons (pensado como restaurante de la Exposición, aunque no llegó a funcionar como tal), el l’Umbracle, l‘Hivernacle y el Museu Martorell, que fue el primer museo público de Barcelona.
Mención especial merece un edificio ya desaparecido, pero de lo más curioso. Se trata de la Vaqueria Suiza, un espacio destinado a la venta de leche fresca y a café-restaurante, algunos detalles de la cual se explican perfectamente en este post, y que se completa con la curiosa historia que relata este otro.
El acuario y la gruta artificial en las entrañas de la Cascada
Aunque poco hay que explicar sobre la Cascada del parque, uno de sus elementos más importantes, sí que añadiremos un par o tres curiosidades.
La primera, el parecido que tiene su diseño con el Palau Longchamp de Marsella, algo que el mismo Fontserè llegó a reconocer.
La segunda, la participación de Antoni Gaudí en el diseño del proyecto. En concreto, en la parte referente al tema hidráulico.
La tercera, las dependencias interiores que guarda y que, a pesar de estar cerradas al público, no dejan de ser dignas de mención: el antiguo acuario y la gruta artificial.
Para muchos es un detalle desconocido que esconde la puerta metálica que hay en lo alto de la cascada. Una puerta franqueada por dos medallones con sendas salamandras en su interior (sello de Antoni Gaudí), y que fue un animal recurrente en las decoraciones modernistas que el arquitecto haría a lo largo de carrera profesional. Sobre la puerta todavía se puede leer la palabra «Aquarium».
Convertido en almacén, dicen que todavía conserva un esgrafiado del dios Neptuno, pero que solo algunos privilegiados han podido ver. Así como la gruta artificial que simula una cueva submarina y que, parece ser, tiene hasta estalactitas.
El acuario se mantuvo activo formando parte del Museo de Zoología, pero acabó cerrando en los años 30 cuando el Zoo incorporó un espacio específico para especies acuáticas.
Un lugar para disfrutar de la ciencia
Barcelona siempre ha sido una ciudad con cierta tendencia a interesarse por temas científicos y tecnológicos, de ahí que no sea de extrañar que el Parc de la Ciutadella también se idease como un gran parque científico, donde disfrutar y vivir la ciencia. Algo que explica la construcción de un umbráculo, un invernadero, una columna meteorológica, un museo de geología y, como no, un parque zoológico.
Entre los proyectos que no llegaron a llevarse a la práctica quedaron estos dos:
Por un lado la creación de un jardín botánico, inspirado en le Jardin des Plantes del Museúm national d’histoire naturelle, que todavía hoy hay en París-
Por el otro, la recreación de un parque geológico, que se quedó en una recreación a pequeña escala de la montaña de Montserrat, y que se conserva en el interior del recinto del parque zoológico, concretamente donde habitan las especies de fauna ibérica. ¿Alguna vez os habéis fijado?
Una ex plaza de armas dedicada a Joan Fiveller
De los terrenos que había ocupado la antigua fortaleza militar de la Ciutadella, la plaza de armas fue el espacio que más tiempo tardó en reformarse, y sobre el que también se pueden explicar alguna que otra curiosidad.
De ser un espacio “multifuncional” indefinido, gracias al proyecto del paisajista francés Jean-Claude Nicolas Forestier se convirtió en un encantador jardín clásico en forma de óvalo, construido alrededor de un pequeño estanque central.
Esa plaza que fue centro neurálgico de la represión monárquica en Barcelona, curiosamente hoy en día lleva el nombre de Joan Fiveller, uno de los miembros del Consell de Cent más conocidos de la Barcelona medieval, y especialmente implicado en la reivindicación de los abusos reales frente a los derechos de los ciudadanos. Unos hechos que históricamente se conoce como l’enfrontament del vectigal, basados en la idea de que «los impuestos son del Estado, no tuyos (monarca)» (Vectigalia rei publicae esse, non tua).
Si os decimos que Joan Fiveller es el mismo que tiene una estatua en la fachada principal de l’Ajuntament, seguro que ya lo reconocéis. Alguien que también tuvo el honor de mandar instalar la primera fuente de agua corriente que tuvo Barcelona, junto a la basílica dels Sants Just i Pastor.
Algunas historias «sobrenaturales»
Y a vueltas con las curiosidades, le echamos un ojo al libro “Fantasmas de Barcelona”, donde Sylvia Lagarda nos explica tres historias ocurridas en ese lugar de la Ciutadella.
La primera se refiere a la existencia de un pozo misterioso, muy popular entre los vecinos de la Ribera, pero cuya agua no solían consumir, ya que de su interior emanaba una claridad fosforescente y se escuchaban voces y ruidos lejanos. Algo que llevó a pensar que el pozo era tan profunda que atravesaba la tierra y estaba conectado con el otro extremo del planeta. Algo así, como la fábula de que si hacemos un agujero en el suelo podemos llegar a Australia.
La segunda trata de hogueras, purga de libros de espiritismo e inquisidores arrepentidos, que profetizaron el final de la represión y la reconversión de la fortaleza militar en un parque urbano, como finalmente acabó ocurriendo.
Y la tercera gira en torno a la existencia del conocido como «Duende de Barcelona», que según parece se trajo un militar sevillano hasta la capilla castrense y que hizo correr ríos de tinta alrededor de su existencia o no.
Un palacio real inspirado en la ópera de Paris
Como hemos dicho anteriormente, la readaptación del arsenal de la antigua fortaleza merece un apartado particular, dada la importancia que el edificio resultante tiene en la actualidad.
La primera remodelación del edifico del arsenal se realizó con la finalidad de convertirlo en Palacio Real, un edificio institucional que la ciudad había perdido tras el incendio que sufrió la Hala de Draps (último Palacio Real de Barcelona hasta ese momento), hecho que ya relatamos en el post que le dedicamos al Palau Reial de Pedralbes.
Para reconvertir el arsenal en palacio, Pere Falqués realizó un diseño inspirado en la Ópera de París, que incorporaba un salón de banquetes y una escalera de honor, que decoró con artesonados y esgrafiados.
El resultado dejó atrás la frialdad de una armería y ganó la elegancia de un palacio aunque, no obstante, el edificio nunca se llegó a usar como tal.
Se inauguró en 1900 como sede de un museo, concretamente el Museu municipal d’art, condición que recuperó en 1945 albergando el Museu d’art modern i Gabinet numimátic de Catalunya, a pesar de tras la Guerra Civil, el bando ganador lo había vuelto a usar como edificio militar.
Pero de entre todos los usos que ha tenido el edificio desde su reforma, ser sede parlamentaria es la más destacable. De hecho la ha ejercido en dos ocasiones. De 1932 a 1939, tras la reinstauración de la Generalitat Republicana, y a partir de 1980 cuando la volvió a recuperar.
Para más información sobre el Parlament, su historia y sus funciones se puede visitar la web Parlament de Catalunya
Esculturas con identidad
Siguiendo con la lista de elementos característicos de la Ciutadella, y habiendo ya hablado de la Dama del Paraigua y de la estatua ecuestre del General Prim, no finalizaremos el post sin incluir algunas de las esculturas que forman parte de un importe listado.
Un listado que encabezan las cuatro alegorías que franquean, dos a dos, las dos principales puertas de acceso al recinto: la industria y el comercio; la marina y la agricultura.
El Desconsol de Llimona
El Desconsol de Josep Llimona es una de las estatuas más populares de la Ciutadella, y está situada en el estanque que hay frente a la entrada principal del Parlament.
En realidad es una copia de la escultura original que se conserva en el MNAC, y que actualmente está expuesta en el Palau de la Generalitat, por expresa petición del President de la Generalitat.
La que hay en la Ciutadella, a diferencia de la original de mármol blanco, está elaborada con un material resistente a la contaminación y a la intemperie. De ahí el cambio.
Als voluntaris catalans
Muy cerca del lugar en donde se encuentra el edificio del Parlament hay una escultura de Josep Clarà, hecha en bronce y dedicada a la memoria de los voluntarios catalanes que fueron a luchar a la Primera Guerra Mundial.
Se inauguró el 14 de julio de 1936, coincidiendo con la celebración de la fiesta nacional de Francia, y aunque el lugar en que se pensó colocarla inicialmente fue la Plaça de Lesseps, acabó en la Ciutadella, donde ha estado desde entonces.
La escultura se ideó en 1918, a punto de acabar la Primera Guerra Mundial, y se acabó en 1923. Pero ante la imposibilidad de celebrar actos públicos de autodeterminación catalana durante el dictadura de Primo de Rivera, la inauguración se tuvo que postergar durante trece años.
Los bustos de los escritores catalanes
Y para finalizar, incluir una mención al conjunto de bustos de personalidades relacionadas con la cultura catalana que hay repartidos por el parque. Resultado de una iniciativa para conmemorar los 50 años de la restauración dels Jocs Florals en 1908, de lo que ya hablamos en nuestro post dedicado a Frederic Mistral.
Y hasta aquí nuestra recopilación-resumen de algunos detalles (seguro que nos dejamos muchos) que guarda el primer parque público que tuvo Barcelona. Que con los años dejó de ser el único, pero se convirtió sin lugar a dudas en el más emblemático: el Parc de la Ciutadella.
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