Mataró, 21 de julio del año de nuestro señor de 1611. Desde la cubierta del galeón que, presto ya a partir, lo trasladará a Italia para comandar los tercios españoles asentados en la ciudad de Nápoles a cambio del indulto que le ha otorgado el virrey, Perot Rocaguinarda mira embelesado la costa recordando diferentes episodios de su ajetreada vida a lo largo de sus veintinueve años. Atrás deja su querido Oristà, en donde nació; el Mas Rocaguinarda que tuvo que abandonar de adolescente para formarse como aprendiz; sus inicios como bandolero nyerro al servicio de Carles de Vilademany, el asalto al Palacio Episcopal de Vic y su importante enfrentamiento con la banda de los cadells; sus idas y venidas, junto a su cuadrilla, por los caminos de los alrededores de Barcelona huyendo de los comisarios del virrey; su encuentro con aquel loco hidalgo llegado de la Mancha; o la misa que celebró junto al fantasma del antiguo párroco de la Iglesia del Pi para ayudarle a que su alma pudiera dejar de penar… La aventura tocaba a su fin. Lo que no sabía Rocaguinarda es que, a tres días de camino de aquel puerto, un adolescente de diecisiete años, llamado Joan Sala, empezaba a hilvanar una nueva historia en el libro de los bandoleros; muchacho que pasaría a la historia con el apodo de Serrallonga…
Cuando le dediqué un breve post a Perot lo lladre al pasar por la calle que tiene dedicada junto a la Iglesia del Pi, no me podía imaginar que unos meses más tarde volvería a recuperar su leyenda. No solo aclararía algunas desinformaciones sobre su persona, sino que aprendería mucho más sobre el bandolerismo del siglo XVI en los alrededores de Barcelona, y además tendría la oportunidad de hacerlo disfrutando de un largo paseo por una zona de Barcelona que, a pesar de haber vivido en ella durante algunos años, nunca la había visitado de manera tan pormenorizada.
Desde hace tiempo ya Barcelona es un lugar emblemático en las localizaciones cinematográficas y de televisión, así como un lugar habitual para situar la trama de muchas novelas de conocidos escritores. Esta situación ha derivado en la moda de ofrecer rutas turísticas que, callejeando por la ciudad, te van descubriendo esos lugares.
La ruta que os voy a explicar es algo más original. A partir de la leyenda de Rocaguinarda, sus supuestas aventuras por la zona norte de Barcelona y diferentes hechos históricos documentados, se diseñó combinando la visita a diferentes lugares del distrito de Horta-Guinardó, mientras se iba ligando una historia de ficción en base a diferentes escenarios. Tal como nos indicaron, parece ser que los antiguos municipios de Horta, Sant Andreu del Palomar y Sant Martí de Provençals fueron zonas partidarias del bando de los nyerros, por lo que no es de extrañar que la tradición oral, que sitúa a Rocaguinarda por estos lugares, algo tengo de verdad.
Sant Genís dels Aguadells
El punto de encuentro fue la Parroquia de Sant Genís del Aguadells, en la falda de la Serra de Collserola y donde se sitúa la primera aventura de Rocaguinarda en el relato de ficción. En una piedra junto a la puerta de la entrada hay grabada la silueta de un pez, procedente del edificio románico original. En el interior llama especialmente la atención la capilla de la Purísima Concepción, patrona de los Reales Tercios de España, adornada con el escudo y la bandera de esa asociación militar. Junto a la parroquia está el cementerio de Sant Genís, curioso por estar al lado de una iglesia y porque se trata del único cementerio que pertenece al Arzobispado en Barcelona, además de ser el lugar en que se enterró clandestinamente el político catalán Manuel Carrasco Formiguera, ejecutado durante la Guerra Civil, y en donde permaneció hasta que permitieron su traslado al cementerio de Montjuïc en 2001.
La parroquia dependía del Monasterio de Sant Jeroni de la Vall d’Hebron, de la Orden de los Jerónimos, cuya construcción promovió la reina Violant de Bar, esposa de Joan I el Caçador, y que sucumbió con la Desamortización de Mendizábal. Actualmente solo se conservan algunos restos desperdigados junto a la gasolinera que hay en la carretera de la Rabassada, y existe la leyenda que en las noches de tormenta, el fantasma de un monje vestido de blanco ronda por la zona con una vela encendida en una mano, y un libro de exorcismos en la otra, para evitar que el demonio que amenaza Barcelona salga de la Font Tenebrosa. Según el nomenclator, la mayoría de las calles de esa zona tienen nombres bíblicos o relacionados con paisajes bíblicos, como la calle Natzaret, la avinguda del Jordà, la calle de Haifa, la calle del Sinai, la calle de Judea, la calle de Samaria, la plaça de Palestina, la calle de Getsemaní, la calle de Jericó… Incluso el mismo nombre de la Vall d’Hebron se le asignó debido a la similitud que guardaba la zona, siglos atrás, con el valle que hay de Palestina.
En la zona se continuan conservando algunas masias, como Can Safont, que debido a las transformaciones que ha sufrido ha perdido todo el valor arquitectónico; Can Figarola y su pasaje subterráneo que da mayor credibilidad al supuesto paso de bandoleros por la zona; y Can Piteu que se ha transformado en una zona residencial.
Seguimos la ruta por la calle Natzaret hasta llegar a la Parroquia del Sant Crist Salvador en la zona de Penitents, nombre que se le dio al barrio recordando los numerosos ermitaños penitentes que habían habitado por la zona. Frente a la entrada principal hay una cruz de término de diseño moderno, frente a la que nos paramos para continuar novelando el hilo argumental de la historia.
El relieve de la zona en la que nos encontramos es especialmente accidentado, lo que lo hace interesante geográficamente hablando. Separadas de la Serra de Collserola por una falla hay tres colinas, una seguida de la otra. Son el Turó de la Creueta del Coll, el Turó del Carmel y del Turó de la Rovira, que además están franqueadas, a lado y lado, por la riera de Horta y la riera de Vallcarca. Otro dato interesante es la convergencia de cuatro antiguos caminos que existían ya en época de los iberos. El primero es el camino que comunicaba el pueblo de Sarriá con el de Sant Andreu del Palomar, y por donde pasa actualmente la Ronda de Dalt. El segundo era el camino que iba hacia el Vallés a través del Coll d’Erola. El tercero el que seguia la riera de Vallcarca hasta el Mons Taber, centro de la Barcino romana. El cuarto camino, y que vamos a recorrer una parte en nuestra ruta, es el que unía Sant Martí de Provençals con el camino del Vallès, conocido como el camino del Coll. A un lado dejaremos el Turó del Putxet y al otro el Turó de la Peira, de los que ya hablaremos en otra ocasión.
La Creueta del Coll
Tras cruzar la Ronda de Dalt a la altura de la calle Jericó, seguimos por la calle General Mendoza, y nos adentramos en un camino de tierra, para empezar a bordear el Turó de la Creueta del Coll. Esta colina, que había sido una antigua pedrera, actualmente alberga un parque que lleva el mismo nombre: el Parc de la Creueta del Coll. Aunque hoy no tenemos mucho tiempo para pararnos a disfrutarlo, os recomiendo que vayais a visitarlo para sumergiros en plena naturaleza y disfrutar de unas impresionantes vistas sobre Barcelona. Además veréis el lago y la escultura de Chillida que está suspendida sobre él.
La ruta prosigue, rodeando el parque, por la calle Mare de Déu dels Angels hasta llegar al Passeig de la Mare de Déu del Coll, donde giramos hacia la calle dels Santuaris y al principio del Turó del Carmel. Durante el recorrido, un transeúnte nos explica que en el lugar que estamos hay los restos de una fuente y la imagen de una virgen, cubierta con pintura blanca, que parece ser era considerada milagrosa, y la han tapado para evitar que la gente acudiese en peregrinación ¿? La calle dels Santuaris se construyó en 1901 para facilitar el acceso entre el Santuari de la Mare de Déu del Coll (al que llegaremos en primer lugar), con el de la Mare de Déu del Mont Carmel (que visitaremos a continuación). Desde esa altura, a la derecha se divisa el Turó del Putxet y la Avda. del Hospital Militar sobre el curso de la antigua riera de Vallcarca.
Como he comentado, llegamos al primer santuario del recorrido, el de la Mare de Déu del Coll, que también se conoce con el nombre de Mare de Déu de la Font-rubia, ya que en donde se encontró (hoy en día todavía se conserva el conducto) había una fuente donde la tierra era de color rojizo. El edificio, de estilo románico, pertenecía al Monasterio de Sant Cugat del Vallés.
El Carmel
Continuamos hacia la plaça de Salvador Allende, en donde el ex-presidente chileno tiene dedicado un monumento. Un poco más adelante nuestros guías se detienen frente a la Torre libro, una casa de veraneo que data de 1896, para continuar con el relato de ficción. En base a la visita que don Quijote realizó a una imprenta durante su estancia en Barcelona, se novela la existencia de una supuesta segunda imprenta clandestina, en la misma época y en el lugar en que nos encontramos. Según la documentación, la imprenta era la de Sebastián de Cormellas que está realmente ubicada en el número 14 de la calle del Call.
Estamos en pleno Turó del Carmel, y los miradores con excelentes vistas sobre Barcelona se suceden… El desnivel es tan pronunciado que tenemos que subir en ascensor o por las escaleras mecánicas, para continuar paseando. Antiguamente esta colina se conocía como Turó d’en Móra, o como Muntanya Pelada (Montaña Pelada) por la escasa vegetación que hay en la cima. El nombre actual es del siglo XIX, cuando se construyó el Santuari de Nostra Senyora del Mont Carmel, término que proviene de la palabra hebrea Karm-El, que significa Jardín de Dios.
Seguimos bordeando el Parque del Carmel, y llegamos a la antigua ermita de la Mare de Déu del Mont Carmel, que aún se conserva al lado de un moderno templo de obra vista que se tuvo que construir debido a las reducidas dimensiones de la ermita. La devoción a la Virgen del Carmen se originó en el Monte Carmelo de Israel, y la Orden de los Carmelitas la difundieron por el mundo. Siguiendo con el uso de nombres bíblicos en la zona, se explica el porqué del nombre del lugar en el que nos encontramos. Desde su construcción, la ermita fue un lugar a donde se desplazaban romerías de fieles desde los barrios de Gràcia, de Sant Martí de Provençals y de Sant Joan d’Horta. Desde ese lugar se divisan los Cañones del Carmelo, que coronan el Turó de la Rovira, y que rodearemos para descender hacia el Guinardó. A esa altura hacemos un rápido receso gastronómico, para degustar un plato de patatas bravas en el Mesón Las Delicias, un lugar de Barcelona que aparece en la novela Últimas Tardes con Teresa de Juan Marsé.
Cruzamos la carretera del Carmelo y dejamos a nuestra derecha el Park Güell. Seguimos por la calle de Josep Serrano, con destino a la Plaça de Can Baró, donde se encuentra la masía que da nombre a la zona. El desnivel de las calles nos permite ver en el horizonte tres emblemáticos edificios de Barcelona: las Torres Mapfre, la Torre Agbar y la Sagrada Familia.
Can Baró
Iniciamos la última parte de nuestra ruta. Frente a la masía de Can Baró hacemos una nueva parada, para continuar con las explicaciones sobre nuestro hilo argumental: El bandolerismo y Rocaguinarda.
Aunque la construcción que se conserva de Can Baró es de 1674, existen documentos mucho más antiguos, que le atribuyen la propiedad original a Jaume de Aguilar, Baró de Castellet, propietario del Palacio Aguilar que hay en la calle Montcada y forma parte del Museu Picasso. En el siglo XVI, Can Baró también se conocía como Torre d’en Aguilar. Durante la Guerra dels Segadors la masía fue completamente destruida y tuvo que reconstruirse. En la fachada se conserva un curioso reloj de sol cuadrado.
El Baix Guinardó
Llegados al Baix Guinardó, seguimos nuestra ruta a través del Parc de les Aigües, por donde pasaba el antiguo sendero de la Llegua. El parque se caracteriza por su forma escalonada, para salvar el desnivel del terreno, y su abundante vegetación. Los terrenos que ocupa formaron parte de Can Baró hasta su expropiación a finales del XIX, para que la compañía de Aguas de Barcelona construyese unos inmensos depósitos.
Ya fuera del parque, y junto a la Ronda del Guinardó, hay una gran casa de estilo neoárabe que se construyó como residencia particular del presidente de la compañía de las aguas, pero que finalmente acabó usándose como un espacio para celebrar actos protocolarios de la empresa. El edificio se conoce como la Torre de las Alturas que, a pesar de no ser excesivamente alto, recibe ese curioso nombre por haberse construido junto a los motores que elevaban el agua hasta los depósitos situados en el Turó de la Rovira, y que hemos visto a lo lejos durante nuestro descenso por la colina.
Cruzamos la Ronda del Guinardó, y nos dirigimos hasta el Torrent de Lligalbé para finalizar la ruta frente a una piedra que tiene grabadas las iniciales TJU que, continuando con nuestro relato de ficción y hechos novelados, se asigna al lugar en donde está enterrado el bandolero Tomeu Janot Urgell, nyerro como Rocaguinarda.
Si no me equivoco, la Torre del libro del carrer Hortal era la antigua residencia del lingüista Antoni M. Alcover i Sureda, que se le conoce sobretodo por el diccionari català Alcover-Moll.
Saludos. Creo que ya estuve por aquí en otra ocasión. 😉
Vigo
¡Hola Vigo!
Gracias por tu aportación.
Saludos cordiales.