Siguiendo con el relato que comencé recordando nuestro viaje familiar de 2011 por el noroeste de Francia, hoy os invito a hacer una ruta que, partiendo de Caen, nos llevará por la Côte Fleurie hacia Rouen, y de allí, serpenteando el Sena, llegaremos a París.
Dejando atrás todos los lugares relacionados con el Desembarco aliado de 1944, seguimos subiendo por la costa para adentrarnos en otra costa, también normanda, pero con una historia algo menos dramática y más snob, dado que ese fue el lugar a donde se trasladaban a pasar el verano las clases altas parisinas de las primeras décadas del siglo XX.
Deauville
La principal característica de la Cöte Fleurie (Costa Florida) son los tradicionales centros de veraneo de la burguesía francesa.
Aunque durante el trayecto se pasa por diferentes poblaciones, la más conocida y que supone todo un must por su aire aristocrática es Deauville, famosa por su casino y su hipódromo, así como por su colección de sombrillas coloreadas que decoran su característica playa atlántica; todo un emblema de la población. Dado el clima atlántico que prevalece en la localidad, poco dado a días de sol radiante, el color de las sombrillas pone ese punto de alegría en el gris del cielo normando.
Honfleur
Siguiendo la ruta de la costa con destino hacia el norte, nuestra siguiente recomendación es visitar la población de Honfleur, que tiene uno de los puertos más bonitos de Normandía, situado en el estuario del Sena y un antiguo centro de actividad artística gracias a pintores como Alexandre Dubourg o Eugène Boudin.
Tras aparcar el coche, empezamos a dar un paseo por el puerto, lugar conocido como Vieux Bassin, junto al que se puede visitar la Lieutenance, una de las edificaciones más antiguas de la ciudad. A continuación hay que ir al barrio de Sainte-Catherine que tiene unas características casas de pisos de los siglos XVII y XVIII, inscritas como monumentos históricos, y donde se hay una iglesia completamente de madera, construida en el siglo XV por carpinteros de barcos, y que está considerada la más grande de Francia de este estilo.
Los amantes de la pintura encontrarán infinidad de atelieres a lo largo del recorrido, y recomendarles que no dejen de pasar por los Greniers à sel, unos almacenes de sal del siglo XVII que actualmente acogen exposiciones, conciertos y conferencias.
Étretat
Dejando atrás Honfleur, cruzamos el Sena por el Puente de Normandía (de peaje), con destino a Étretat, situada en plena Côte d’Albâtre, una zona de la costa normanda que se caracteriza por sus acantilados.
Un lugar encantador que no hay que dejar pasar es la Falaise d’Aval, una zona donde la erosión del mar ha dibujado diferentes figuras de animales en las rocas. La más famosa es la que Guy de Maupassant comparó a un elefante que hundía la trompa en el mar.
Abadía de Jumièges
Aunque algunas rutas te recomiendan seguir por la costa hasta la población de Dieppe, nosotros optamos por girar hacia el interior, camino de Rouen, para hacer una parada en las ruinas de la abadía benedictina de Jumièges, donde la reproducción de un gran barco vikingo franquea la entrada, y recuerda las invasiones que tuvo que sufrir de estos guerreros nórdicos.
El curso del río Sena fue un elemento a favor de esas incursiones vikingas.
A pesar de encontrarse totalmente en ruinas, impresiona imaginar lo maravillosa que tuvo que ser en sus años de mayor actividad.
Son unas ruinas verdaderamente colosales, ya que en la abadía llegaron a vivir hasta 900 frailes y más de mil sirvientes. La fundaron en el 654 y a la consagración de su iglesia principal, en el siglo XI, asistió Guillermo el Conquistador. Un verdadero imperdible en nuestro camino hacia París.
Rouen
Rouen, además de ser la capital histórica de Normandía, debe en parte su fama a que fue la ciudad en donde fue juzgada y martirizada Juana de Arco, de ahí la inevitable identificación de la ciudad con la conocida como “doncella de Orleans”. Entre las recomendaciones que os podemos hacer sobre lugares a visitar está, evidentemente, la Place del Vieux Marché donde fue quemada, y en donde una placa, una estatua y una iglesia que tiene dedicada recuerdan esos hechos.
De esta plaza se puede ir caminando, atravesando la rue du Gros Horloge (muy comercial y que pasa por debajo del Gran Reloj que le da nombre), hasta la catedral de Notre-Dame. La calle se cruza con la rue de Jeanne d’Arc, donde se encuentra el antiguo parlamento de Normandía (actual Palacio de Justicia y el edificio gótico de carácter civil más importante de Francia) y en cuya fachada todavía se pueden apreciar los desperfectos causados por los bombardeos que sufrió la ciudad durante la Segunda Guerra Mundial. Algo más arriba, subiendo por la misma calle, se llega al Torreón, parte del antiguo castillo de Rouen en donde estuvo presa Juana de Arco. Uno de los atractivos del recorrido son las numerosas casas con entramado, características de esta parte de Francia, que se van a ir descubriendo.
Entre las curiosidades que vale la pena ver en la catedral (de la que Claude Monet pintó hasta 30 cuadros -algunos de los cuales se pueden visitar en el Musée d’Orsay de París-), está su fachada, la Tour du Beurre (Torre de la Mantequilla), cuya edificación se financió con el impuesto al consumo de la mantequilla, la tumba de Ricardo Corazón de León y la cripta semicircular.
El recuerdo de la Peste Negra
Siguiendo por las calles posteriores a la catedral, se llega hasta la iglesia de Saint-Maclou, con unas impresionantes puertas talladas en madera, y al Aïtre Saint-Maclou. Este patio interior, al que se accede a través de una calle cubierta, está construido sobre un osario medieval en donde se enterraban a las víctimas de la peste, y las casas que lo rodean están decoradas con motivos que recuerdan la muerte.
Por el camino se pueden ver dos placas de piedra, que recuerdan el lugar donde se dictó la sentencia condenatoria a Juana de Arco y su posterior rehabilitación. Para los apasionados de las rutas temáticas, los últimos meses de vida de la santa puede ser todo un incentivo para recorrer esta ciudad normanda.
Y antes de llegar a Paris
Una vez finalizada nuestra estancia en Rouen -ciudad a la que se le pueden dedicar un par o tres de días (dependiendo del tiempo de que dispongamos en nuestra ruta)-, ponemos ya rumbo a París, siguiendo la carretera que va serpenteando el Sena.
Lyons-la-Forêt, Gaillard, Vernon, Giverny
En el camino no hay que dejar pasar la oportunidad de realizar una visita al bonito pueblo de Lyons-la-Forêt y a su curioso mercado cubierto (donde compramos un excelente queso Cantal), a las ruinas del Château Gaillard, fortaleza medieval mandada construir por Ricardo Corazón de León, a la población de Vernon y a su molino sobre el Sena, parte de un antiguo puente, y ya muy cerca de París, a Giverny, donde está la casa en donde vivió Claude Monet, y el famoso jardín que plasmó en algunos de sus cuadros como «Ninfeas, armonía en verde», «Sendero en el jardín del artista» o «Los nenúfares».
Y antes de finalizar…
Si habéis dedicado un tiempo a leer este post y llegáis a este párrafo, seguro que pensareis que no aporto excesiva información sobre las «necesidades del viajero», especialmente acerca de recomendaciones sobre alojamiento, restaurantes o carreteras por las que transitar, serpenteando el Sena. La verdad es que mi principal objetivo es que vayáis descubriéndolos por vosotros mismos. Eso sí, sin dejar de pasar por los lugares que os indico, que realmente valen mucho la pena ver.
¡Por cierto! Entre muchas de las cosas buenas que tiene Francia, una de ellas es su maravillosa red de zonas de picnic (aires de pique-nique), a lo largo y ancho de todo el país. Para los que solemos optar por hacer un break gastronómico en ruta sin horarios ni condicionantes, es toda una solución; eso sí, habiendo cargado previamente nuestra cesta de picnic en el primer marché con el que nos crucemos en nuestro camino. ¡Todos son muy recomendables!
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