Por motivos relacionados con el mundo del protocolo he tenido que acudir en diferentes ocasiones al Palau de Pedralbes. Y os puedo confesar que por mucho que lo engalanen, nada es más espectacular que pasear un día de cada día por sus jardines. Y si es con sol, mucho mejor.
Un lugar tranquilo, donde se respira una paz maravillosa a pesar de encontrarse justo enfrente de una de las principales arterias más transitadas de Barcelona. Que no es otra que la avinguda Diagonal.
Pero antes de entrar en los jardines, os recomiendo que os paréis a observar las cuatro figuras de piedra blanca que hay a lo largo del muro de la entrada. Son las conocidas popularmente como “las exiliadas de la Plaça Catalunya”. Sí, sí, ¡exiliadas!
Estas cuatro esculturas [junto a otros dos grupos escultóricos que se encuentran en el cruce con la calle del Tinent Coronel Valenzuela (frente a la Facultad de Economía)], se esculpieron con la finalidad de colocarlas en la Plaça Catalunya. Pero debido al puritanismo de las gentes de la época y a sus protestas (ya que como podemos ver están medio desnudas) fueron condenadas al exilio a la parte alta de la Diagonal, ya que en aquella época era un lugar muy alejado del centro de la ciudad. Estamos hablando del 1929.
Los dos grupos escultóricos que completan el conjunto, formaban parte de un proyecto mayor, que tenía que representar a las cuatro provincias catalanas, pero que finalmente se quedó en dos, que representan a Lleida y a Tarragona.
Grupos escultóricos
Estatuas
Una vez vistas y observadas las estatuas «exiliadas», ahora sí, ya podéis entrar en los jardines del palacio.
Los jardines del Palau de Pedralbes
Nada más acceder al interior, lo primero que vais a ver es un estanque con la escultura de una mujer en medio. Este tipo de esculturas femeninas, en piedra blanca y presentando diferentes posturas, es una característica típica de las zonas ajardinadas que se diseñaron en la Barcelona de los años 20 del siglo XX.
No obstante, en este caso os voy a explicar un secreto… Ésta es de 1962.
Tras el estanque, el acceso principal se divide en dos caminos paralelos, separados por un eje central cubierto de plantas tapizantes y enmarcados por dos hileras de tilos. Tal y como se puede apreciar en la fotografía aérea del conjunto, presenta una forma totalmente regular, dividida proporcionalmente por ese eje central.
En la parte alta del jardin, ya frente a la entrada al interior del edificio, nos encontramos con otro estanque rodeado de macetas con geranios y un surtidor en medio. A pesar de su sencillez, lo más destacable es su diseñador: Carlos Buigas, el mismo que construyó la famosa fuente de Montjuïc.
En los jardines hay otras tres fuentes del mismo ingeniero, aunque mucho más pequeñas, que fueron unos de sus primeros trabajos en la ciudad de Barcelona.
A quienes les pueda interesar recorrer algunos lugares relacionados con la vida de Buigas, en Cerdanyola del Vallès (ciudad del Vallés Occidental situada a escasos quince kilómetros de Barcelona) está la casa familiar en donde vivió algunos años de su vida, actualmente reconvertida en una galería de arte. Y al final de la misma calle, la avinguda Catalunya, tiene un busto dedicado por esa ciudad vallesana.
La fachada del palacio llama la atención por su colorido, sus esgrafiados y por su forma cóncava, que forma una especie de glorieta junto al jardín que tiene enfrente. Sobre las barandas de piedra que delimitan el espacio, y que se abren a caminos que parten hacia diferentes partes del jardín, hay una serie de nueve bustos romanos, típicos de la decoración que se estilaba en el momento de su construcción, pero de autor desconocido.
Los jardines se caracterizan por tener una densa vegetación y por la presencia de pequeños bosques de bambúes, que todavía la dan un aspecto más sombrío, perfecto para protegerse el sol durante los meses de calor. Para los entendidos en botánica, el espacio es especialmente interesante por la variedad y antiguedad de algunas de las especies vegetales, entre los que destaca un cedro, catalogado como de «interés local de Barcelona».
En medio de los bosquecillos os esperan dos sorpresas que no todo el mundo conoce. Se tratan de las primeras obras de un joven Antoni Gaudi.
La primera es la fuente de Hércules. Un trabajo muy simple pero que ya presenta una interesante estructura de hierro retorcido -técnica que con el tiempo caracterizaría los trabajos del arquitecto- que representa la cabeza de un dragón por donde cae el agua.
La segunda es una pérgola que se encuentra en la parte opuesta del jardín. Y, como la fuente, también queda medio escondida por las cañas de bambú.
Si seguimos deambulando por los jardines encontraremos un tercer estanque con isletas circulares, diferentes esculturas en la parte del jardín que da al lateral del palacio y un banco de madera de estilo chino, que contrasta con el mobiliario general. Te invito a que los encuentres.
Por cierto si te preguntas el porqué de la calificación de «real», será cuestión de que nos sentemos y os cuente la historia…
Resulta que Barcelona tuvo un palacio real que se quemó. Y la familia Güell quiso agradecer a la Corona los títulos nobiliarios que les concedieron contribuyendo a la construcción de uno nuevo. Sí, sí… Una nueva historia de Barcelona firmada con el apellido Güell.
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