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BARCELONA DESDE EL MIRADOR DEL CCCB

“Vine a veure com reneix un edifici magnífic, amb un pati únic a Barcelona. Un dels grans equipaments culturals que tornaran a donar vida a tot un barri de Ciutat Vella. Vine a descubrir el nou Centre de Cultura Contemporània de la Casa de Caritat. A 2 minuts de la Plaça Catalunya: Baixeu per la Rambla i agafeu el primer a la dreta –Tallers-, seguiu per Valldonzella –el tercer carrer a l’esquerra- i baixeu per Montealegre –el primer a l’esquerra-.”

«Ven a ver cómo renace un edificio magnífico, con un patio único en Barcelona. Uno de los grandes equipamientos culturales que volverán a dar vida a todo un barrio de Ciutat Vella. Ven a descubrir el nuevo Centro de Cultura Contemporánea de la Casa de la Caridad. A 2 minutos de la Plaça Catalunya: Bajad por la Rambla y coged la primera a la derecha -Tallers-, seguid por Valldonzella -la tercera a la izquierda- y bajad por Montealegre -la primera a la izquierda-«.

Así es como La Vanguardia anunciaba una inauguración que tendría lugar dos días después, el día 25 de febrero de 1994, y de la que actualmente se cumplen 20 años…

CCCB
Imagen publicada en La Vanguardia, con motivo de la inauguración del CCCB en 1994

La conmemoración del 20º aniversario del CCCB

En 2014, con motivo de la celebración del 20º aniversario de la restauración del antiguo edificio de la Casa de la Caritat de Barcelona y la inauguración del CCCB, ese referente cultural de la ciudad promovió un programa de actos, titulado «20 años / 20 acciones», entre los que destacaba la apertura al público de su espectacular mirador al público, el primer domingo de cada mes. Un lugar que visité a la primera oportunidad que tuve.

Tal y como explicaba ya hace diez años, en el post que dediqué a explicar la visita, el mirador está situado en la quinta planta del edificio, desde donde se pueden disfrutar de unas fantásticas vistas de Barcelona a través de su fachada acristalada. Unas vistas que, antes de subir, ya se pueden entrever desde el patio interior del edificio (el Pati de les Dones), al verse reflejadas en la parte superior de la fachada, a modo de espejo.

Mirador del CCCB
Mirador del CCCB

Desde entonces, el mirador se ha mantenido abierto, pudiéndose visitar de manera libre y gratis un domingo al mes, así como en algunas otras fechas determinadas. Fechas que puedes consultar en el siguiente enlace: Visita al Mirador del CCCB.

Detalles del Mirador del CCCB

Siguiendo con los artículos publicados en La Vanguardia con motivo de la inauguración del CCCB, no quiero dejar de incluir uno, cuyo titular siempre me ha parecido de lo más acertado, tal y como presentaba al mirador.

«La sede, un periscopio sobre la ciudad» | Viaplana y Piñón han levantado un gran cubo de cristal, cruzado en su interior por una larga escalera mecánica. Este edificio de cristal rebasa largamente la línea de cornisa de los otros tres edificios y se “inclina”, en su tramo superior, sobre el patio. En su última planta, ofrece un espléndido mirador sobre la ciudad con una visión de 360 grados... Nuestro edificio –dice Albert Viaplana- se inclina sobre el patio, como para indicar que podría cubrirlo. Se asoma por encima de las viejas construcciones y es de cristal porque, de algún modo, viene a ser un periscopio sobre la ciudad”. Publicado el 20 de febrero de 1994.

Un periscopio con visión de 360 grados

Y es que ese periscopio con visión de 360 grados permite disfrutar de panorámicas hacia el mar, el Raval i Ciutat Vella, Montjuïc, el Tibidabo y la Torre de Collserola, con bien indican en su página web.

Aprovechando la revisión y actualización de este artículo sobre el Mirador del CCCB y sus vistas sobre Barcelona, no quiero dejar pasar la oportunidad de sumergirme un poco en algunos detalles de la institución que antiguamente ocupó el espacio que actualmente ocupa el CCCB, la desaparecida Casa de la Caritat, cosa que me servirá para introducir una historia que tenía pendiente de compartir desde ya hace tiempo.

Hablemos del edificio de la Casa de la Caritat

Como se puede leer en este artículo, el origen del edificio de la Casa de la Caritat hay que buscarlo en las dependencias del antiguo Monasterio de Santa Maria de Montalegre, que se estableció en ese lugar de Barcelona en el siglo XIV. Unas dependencias que fueron cambiando de uso a lo largo de su historia, hasta llegar a principios del siglo XIX y convertirse en la sede de la institución que conocemos como Casa de la Caritat.

Ciertamente, el proyecto de rehabilitación llevado a cabo entre los años 1991 y 1994, por el estudio Viaplana Piñon, consiguió darle un aspecto contemporáneo al conjunto, con la construcción del edificio en forma de prisma con fachada de cristal, abierto al patio central. Con el magnífico añadido de que el voladizo de la parte superior permite divisar el reflejo de la línea de mar de Barcelona (situada a 2,5 km en línea recta) desde el patio, a pie de calle.

Pero no es menos cierto que supo mantener diferentes elementos de los antiguos edificios, que siguen conservando ese aire de testigo de un pasado histórico, que guarda miles de historias y vivencias entre sus muros… Como la que os explicaré más adelante.

El Pati Manning

Es una estructura claustral de dos pisos, en donde destacan la decoración de esgrafiados y mosaicos, así como los bajos techos de artesanado de madera. Según parece, existen dos teorías que explican el origen del nombre del patio. Una indica que se refiere a Robert Manning benefactor de la Casa. La otra, explica que el patio lleva el nombre de Henry E. Manning, arzobispo católico de Westminster, a modo de dedicatoria.

La escultura que hay en uno de los laterales, dedicada a la Caridad, es del escultor barcelonés Joan Serra, quien vivió interno de la Casa de la Caritat desde pequeño, al quedar huérfano a muy temprana edad.

El Pati de les Dones

El conocido como «pati de les dones» es el patio interior del edificio del CCCB, y se caracteriza por los esgrafiados y las cerámicas que decoran tres de sus cuatro fachadas, dándoles un aire novecentista.

En las cerámicas que cubren la parte inferior de las fachadas se pueden leer diferentes frases moralizadoras, que mucho tienen que ver con la estricta doctrina católica que seguro recibieron las niñas y las mujeres que vivieron entre esos muros.

La escultura de Sant Miquel que hay en la hornacina que preside una de las entradas al patio, además de ser un elemento decorativo muy destacado, está realizada por el escultor Eusebi Arnau, quien también estuvo interno en la Casa de la Caritat durante su infancia y juventud.

Memoria de la Casa de la Caridad

Si algo me ha llevado a recuperar este antiguo artículo, y a volver a llevarlo a la portada del blog, no solo ha sido actualizar la información sobre el cómo y el cuándo poder visitar el Mirador del CCCB, ni ampliar la información sobre el edificio en sí, sino cumplir con una promesa que tenía pendiente desde hace mucho tiempo. Pero empecemos por el principio…

Regreso a 2010 y a los inicios de «hacer de turista en tu propia ciudad»

En 2010, durante un curso de varios meses en Barcelona Activa sobre promoción turística, tuve el placer de conocer a Marga. Una barcelonesa que, sin ser historiadora ni guía turística, conoce y explica a las mil maravillas muchas de las curiosidades y de las historias que guarda esta ciudad.

Es apasionante que te acompañe en una visita por Barcelona, dado el impresionante número de historias, leyendas y anécdotas que explica durante el paseo. Y, no puedo dejar de reconocer, que esa manera de visitar la ciudad mucho tuvo que ver con mi decisión de iniciarme en el mundo de los blogs con Barcelona en Horas de Oficina.

Entrada principal de la antigua Casa de la Caritat, tal y como todavía indica el rótulo

Descubriendo a Aurora junto al reflejo de la lejana línea de mar

Pues bien, en uno de esos paseos -a modo de clase práctica del curso- fuimos a visitar el edificio del CCCB. Y entre dato y dato sobre el lugar, apareció la historia de una niña que vivió en la Casa de la Caritat. Una manera de explicar que ir al CCCB es mucho más que ir a un centro de arte contemporáneo con un mirador panorámico. Es un lugar cuyas paredes guardan una larga lista de historias y vivencias de personas que un día pasaron por allí.

Observando el reflejo del mar en el elevado voladizo de cristal, Marga nos habló de Aurora, su madre. Esa niña que la vida llevó de manera imprevista a ingresar en la Casa de la Caritat, un lugar que quedaría unido a la historia de sus recuerdos y de su vida.

Después de aquella visita, cuando decidí escribir sobre el CCCB, le pedí a Marga que me hiciese un resumen de la historia de su madre durante los años que pasó en la Casa de la Caritat, y su permiso para publicarlo. La verdad es que accedió encantada, y me confesó la ilusión que le hacía que esa historia, que tantas veces había oído relatar de manera oral desde pequeña, finalmente se pudiese transcribir a modo de texto de memorias, cual homenaje a su madre.

Homenaje de una hija a la memoria de una madre

Y la historia dice así:

El tiempo que pasó en la Casa de la Caritat (o en “La Casa”, como ella le llamaba) fue entre el 1935 hasta 1939, y la verdad es que llegó un tanto de casualidad a ese lugar.

Aurora que había nacido en Barcelona en 1925, era huérfana de padre desde los ocho años, y vivía junto a sus dos hermanos en el mismo lugar en donde trabajada su madre. Eran tiempos de la República, y gracias a los programas formativos y educativos para niños sin recursos, cada verano la enviaban de colonias, de acuerdo a los programas de la nueva pedagogía progresista de Rosa Sensat.

Recuperando la salud

Fue en el verano de 1935, cuando durante unas colonias en Berga hubo una pasa de gripe que obligó a evacuar a los niños de nuevo hacia Barcelona. Dado que su madre no pudo irla a recoger porque estaba trabajando, a Aurora la acabaron llevando hasta la Casa de la Caritat, para que se recuperase. Allí, en «la Casa» (como Aurora llamaría ya de adulta a aquel lugar) acabaría entrando interna y pasaría los siguientes cuatro años de su vida; unos años que marcarían sus recuerdos de infancia.

Debido al estado de salud en el que se encontraba, sus primeros recuerdos fueron de la enfermería del edificio de Montealegre, y de “Can Tarrida”, una masía que «la Casa» tenía en Horta, a donde la enviaron el resto del verano para que recuperase peso. No obstante, pasó tiempo hasta que volvió a recuperarse plenamente.

Dado que Aurora procedía de una familia anarquista, todo el tema religioso no había formado parte de su vida hasta que llegó allí. Por ello, en «la Casa» tuvo que aprender a hacer la señal de la cruz y a recitar diferentes oraciones. Incluso fue allí en donde la acabarían bautizando, en un momento en que su mala salud hizo que se llegase a temer por su vida.

Mirador del CCCB
Imagen histórica de alumnas residentes de la Casa de la Caritat

Según recuerda Marga, su madre le explicaba que fue apadrinada por una “distinguida”, una de esas señoras de posibles que vivían en uno de los pabellones de la Casa de la Caritat como si se tratase de una residencia de pago, para que las monjas las cuidasen. Unos ingresos que contribuían al mantenimiento de la institución.

Formación y aprendizaje

La dedicación, la bondad y la buena voluntad en ayudar y aprender de Aurora la convirtieron en poco tiempo en una de las alumnas llamadas “preferidas”. Entre sus habilidades estaban las de planchar cuellos de uniformes y bordar roquetes de sacerdote. En sus momentos de asueto solía dedicarse a leer, una afición que con los años la convertiría en una gran lectora.

En la Casa de la Caritat, bajo la dirección de la congregación de monjas que la gestionaba, las internas aprendían lectura, escritura, aritmética, gramática, así como doctrina cristiana y principios como moral y urbanidad. Asimismo, las hermanas que instruían a las niñas les enseñaban labores de hilado, costura, bordado y plancha. De ahí que fuese un lugar en donde se realizan trabajos por encargo, tanto para departamentos de la administración, como de particulares, alcanzando gran fama la perfección con que realizaron zurcidos y remiendos, a la vez que hilaban y bordaban con hilos de seda, pañuelos, camisolas y encajes.

Durante el tiempo que pasó en «la Casa», Aurora hizo una gran amistad con otra niña llamada Margarita, que era huérfana de madre. Dormían en camas contiguas y tenían números (que asignaban a cada interna) también continuos: Margarita el 21 y Aurora el 22.

Ambas amigas compartían un tesoro, que no era más que una pequeña maleta en donde guardaban sus pocas pertenencias, que siempre iban con ellas. Guardaban, principalmente, alguna golosina como pan o galletas… que para ellas eran absolutos manjares.

Amigas para siempre

Llegaron los tiempos negros de la Guerra Civil, y ambas amigas se unieron más si cabe. Permanecían juntas cuando sonaban las sirenas. Bajaban juntas al refugio, en donde pasaban juntas esos momentos de absoluta angustia. Incluso en esos momentos, su maleta continuó siendo su más apreciado tesoro.

Tal y como explica Marga, los años que su madre vivió en la Casa de la Caritat la marcaron para siempre. Allí hizo buenas amigas, que mantuvo a lo largo de todo el resto de su vida.

Los recuerdos se fueron dulcificando con el paso del tiempo, pero nunca dejaron de estar presentes en su día a día de adulta. Unos recuerdos que recuperarlos, reconvertidos en anécdotas, era de obligado cumplimiento en cualquier futuro encuentro de esas grandes amigas:

«Us recordeu de la Madre Superiora???….. Us recordeu quan les monges van fugir???… I quan ens van portar al Tibidabo???…. Us recordeu de tal cosa o tal altra???… Ha, Ha, Ha.«

Y así, para finalizar, Marga quiere que cierre este breve homenaje a esa niña que vivió en la Casa de la Caritat con la onomatopeya de una gran sonrisa. Una niña, Aurora, cuyo nombre representa la belleza y la luminosidad previa a la salida del sol, y que Walt Disney convirtió en princesa.

Nota: Artículo revisado y actualizado. Publicado inicialmente el 5 de mayo de 2014.

Para saber más:
CCCB. Web oficial
Monestir de Santa Maria de Montealegre
Història de la Casa de la Caritat

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