Nostálgicas de entrañables recuerdos de antiguas vacaciones de verano, dejamos por un momento Barcelona y abrimos nuestra agenda de viaje para recordar un lugar imperdible de Oriente Medio, especialmente recomendable para los viajeros amantes de la Historia del Arte.
Para muchos mencionar Jordania supone pensar en Petra, Áqaba o Ammán. No obstante, el país tiene otros muchos lugares interesantes que te provocarán exclamar un sonoro ¡Oh! en cuanto los veas. Además, con el incentivo añadido de haber formado parte de historias tan atrayentes como las relacionadas con las caravanas comerciales o las revueltas encabezadas por el mítico Lawrence de Arabia. Eso es precisamente lo que te ocurre cuando visitas alguno de sus castillos del desierto.
Situados en una zona desértica al sudeste de Ammán, engloban una veintena de construcciones entre las que se encuentran castillos, caravasares y hammanes, entre otros, que se edificaron entre los siglos VII y VIII, durante el gobierno de los califas de la dinastía Omeya.
El término qasr por el que empiezan todos los nombres de estos lugares en la actualidad se relaciona con su carácter fortificado, pero en la época Omeya la palabra se usaba para mencionar las residencias que los soberanos tenían fuera de las ciudades, de ahí que la verdadera función de estas construcciones no haya quedado definida de manera firme, y que se identifiquen tanto como albergues de descanso para las caravanas de camellos, como con palacios fortificados usados por los califas en sus desplazamientos fuera de la ciudad. La mayoría se encuentran en ruinas, pero no por ello dejan de ser lugares interesantes de visitar.
Qasr Kharana
Nuestro recorrido comienza en Qasr Kharana, una construcción situada a 60 km al sudeste de Ammán, de planta cuadrada y situada sobre un pequeño montículo, en medio de una planicie completamente desértica, lo que todavía la hace resaltar más. A pesar de ser una de las construcciones más antiguas, es una de las mejor conservadas, y por sus características se identifica con lo que podría haber sido un lugar de descanso para caravanas, a pesar de que no se encuentra en ninguna de las antiguas rutas comerciales conocidas.
El edificio tiene una forma completamente cúbica a pesar de las diferentes torres semicirculares que la rodean, ya que no superan en altura a las cuatro paredes exteriores. El interior, al que se accede por una entrada única, está formado por un patio interior rodeado por sesenta dependencias abiertas al patio y que se supone eran las habitaciones donde reposaban los huéspedes. Las aberturas verticales que hay repartidas por las habitaciones más que aspilleras defensivas se supone que eran ventanucos para la ventilación.
Qusair Amra
Nuestra segunda parada es en Qusair Amra, a 25 km de distancia. La construcción, que destaca tanto por su exterior como por su interior, es una excelente muestra de arquitectura y pintura islámica. Una de sus principales curiosidades es la muestra de pintura mural, donde destacan diferentes escenas íntimas en un baño de mujeres, algo casi impensable en la pintura islámica actual.
Qasr Al Azraq
Y nuestro tercer y último destino es Qasr Al Azraq, el más alejado de la capital, a unos 100 km. Su nombre en árabe significa “la fortaleza azul”, color que le da la piedra de basalto con el que se construyó, y que contrasta con el resto de edificaciones de la zona.
Esta construcción a diferencia de las dos anteriores sí que puede ser identificada con una fortaleza militar, no solo por su aspecto, sino dado el valor estratégico del lugar con relación a su cercanía al único oasis de esa zona desértica. Presenta una estructura cuadrada que rodea un gran patio central, en el que se conservan los restos de una mezquita de la época de los omeyas.
Entre sus curiosidades, las losas de granito a modo de puerta, que a pesar de su peso (una tonelada) pudimos comprobar que se abren y cierran con cierta facilidad gracias a las bisagras untadas con aceite de palma y, por supuesto, el recuerdo de la presencia del mítico Thomas Edward Lawrence, que en el invierno de 1917 usó el recinto como cuartel general, durante la rebelión árabe contra el imperio otomano. Sobre la puerta de entrada todavía se conserva la sala que ocupó dicho militar británico.