Hoy hace justamente cincuenta años que los «cuatro melenudos de Liverpool» actuaron en la plaza de la Monumental de Barcelona, en su último concierto de la gira europea que realizaron en 1965. Paul, John, George y Ringo (o Pablo, Juan, Jorge y Ricardo –como les llamaron-) hicieron las delicias de sus incondicionales fans de Barcelona, después de haber pasado también por Madrid. Fueron cuatro días de julio que quedarían marcados en el calendario de la historia del pop de este país, a pesar de los esfuerzos de los medios gubernamentales por calificar el evento como de algo que transcurrió “sin pena ni gloria”.
Después de Madrid, el día 3 de julio llegó el turno a Barcelona, a donde llegaron luciendo monteras de torero, cosa que deja muestra gráfica de la imagen externa que se tenía del país del Baby-Boom (entre los que me encuentro) y de la Spain is different de Manuel Fraga Iribarne. Si el lleno en las Ventas de Madrid no fue completo, en Barcelona (según la prensa y el NO-DO) «tampoco consiguieron levantar el entusiasmo que había esperado el público», pero lo que sí que está claro es que supuso un antes y un después del fenómeno de la beatlemanía en España.
Se dice que traer a los Beatles a España no fue económico (3.000.000 millones de pesetas de aquella época), ni fácil ya que el propio gobierno del momento no vio demasiado bien la llegada de la banda al país. Era un grupo que representaba unos ideales demasiado modernos y rompedores para la moral que imperaba, y tambien porque eran un motivo para convocar multitudes… tan temidas en aquella época. No obstante, a pesar del alto precio de las entradas (entre 75 y 450 pesetas), y las fuertes medidas policiales, no consiguieron desalentar a un público joven y curioso que no quiso perderse el acontecimiento.
Resulta interesante como Raquel Quílez nos explica, en su artículo ¡Qué noche la de aquel día!, las negociaciones de los promotores para conseguir que viniesen a España y las trabas del gobierno para impedirlo:
“La inclusión de España en su gira europea había sido posible gracias a las gestiones del promotor Francisco Bermúdez, representante también de Raphael y responsable de visitas como la de Marlene Dietrich. Fue él quien acordó con Brian Epstein los dos únicos conciertos que dieron en suelo patrio. Lo recuerda José Luis Álvarez, fundador de ‘Fonorama’ y juez y parte de este acuerdo gracias a un encuentro previo en Sevilla. «Epstein argumentaba que mientras que en Reino Unido se vendían 900.000 copias de sus discos, en España, sólo 3.500, por lo que no iban a ser rentables, pero le expliqué que aquí sólo había registrados 1.500 tocadiscos; 2.000 personas habían comprado el disco sin poder escucharlo», recuerda. Y parece que le convenció. // El Gobierno franquista intentó boicotearles hasta el último momento. «Bermúdez lo tenía todo preparado, pero el permiso del ministro de Gobernación no llegaba. Se concedió con sólo siete días de antelación y las entradas y los carteles estuvieron embargados hasta entonces», cuenta Álvarez. Finalmente, fue la reina Isabel II quien consiguió el desembarco: les acababa de condecorar como Caballeros de la Orden del Imperio Británico y el Régimen tuvo miedo de que negarles la entrada provocase un conflicto diplomático. Accedió al fin, pero desplegó un enorme dispositivo policial en las inmediaciones de los dos cosos taurinos. «Estábamos rodeados de ‘grises’, y aunque no pasó nada, sólo su presencia ya te intimidaba», recuerda Julián Hernández, uno de los presentes aquella noche histórica en Las Ventas”.
Llegaron a Madrid el día 1 de julio de 1965, y su primera actuación la llevaron a cabo el día 2 en la plaza de las Ventas, teniendo de teloneros a Los Pekeniques y tocando éxitos como Twist and shout, Can’t buy me love, A hard day’s night, I feel fine y Ticket to ride. El día 3 fue el turno de la Monumental de Barcelona, en la que Los Sírex fueron los teloneros. A pesar de que no hubo los tradicionales bises de este tipo de conciertos, y el sonido dejó bastante que desear, fue todo un revulsivo en la España del blanco y negro.
Uno de los recuerdos que todavía siguen vigentes en Barcelona es su paso por el Hotel Avenida Palace donde se alojaron (concretamente en las habitaciones 109 y 111). El Hotel se ha convertido en un destino obligado de los beatlemaniacos mundiales, especialmente la suite que tiene dedicada a los músicos. Entre las anécdotas que todavía explican los empleados está la salida del grupo por la puerta de servicio para ir al concierto, debido al colapso que provocaron sus fans en la Gran Vía, el intercambio de pantalones entre Joan Gaspar (miembro de la familia propietaria del hotel) y John Lennon, dado el lamentable estado en que quedaron los suyos durante “su huida”, y las quejas que presentaron algunos de los clientes del hotel por la fiesta nocturna que celebraron los músicos en las habitaciones tras el concierto, y a quienes les importaba un pepino tener por vecinos a los miembros del grupo de música más importante de la historia del pop.
Coincidiendo con la conmemoración del cincuentenario de su paso por la ciudad, la Universidad de Barcelona ha incluido el curso “Que llegan los Beatles!” en su programa de verano y se ha preparado el proyecto “Barcelona Beatles Weekend”, que ya ha celebrado diferentes eventos relacionados con el acontecimiento.
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