Supongo que a muchos de vosotros no os voy a descubrir nada nuevo, pero he visto que hay poca literatura alrededor de la Font de Ceres, y me ha parecido interesante colaborar a ampliarla escribiendo sobre ella en el blog.
Lo cierto es que el tema alrededor de la Font de Ceres da para mucho. Nos permite hablar de mitología, de neoclasicismo, de arte público urbano, del siglo XX, de barrios, de crecimiento de la ciudad y, por supuesto, de la conservación del patrimonio de Barcelona. Todos esos temas solo alrededor de una simple fuente de agua.
De las fuentes más antiguas de Barcelona
Para situarnos en la historia tenemos que viajar al 1830. Momento en que la ciudad de Barcelona todavía era una ciudad amurallada, rodeada de campos, por los que transcurrían caminos que te llevaban hasta los antiguos municipios del Pla de Barcelona: Les Corts de Sarrià, Gràcia, Horta, Sant Andreu de Palomar, Sant Gervasi de Cassoles, Sant Martí de Provençals, Santa Maria de Sants, Sarriá i Vallvidrera. Uno de esos caminos era el camí ral (actualmente el Passeig de Gràcia) que conectaba una de las puertas de la muralla con el camí de Gràcia (actualmente el carrer Gran de Gràcia).
En 1821 se impulsó la reforma de la zona y se proyectó un paseo mucho más amplio que el camino original, adornado con filas de árboles, glorietas, esculturas y fuentes de agua. Un paseo que acabaría convirtiéndose en la calle preferida de la incipiente burguesía barcelonesa. Lo que supondría, en conclusión, la creación del Passeig de Gràcia.
La diosa romana de la agricultura
Para el diseño de una de esas fuentes de agua se eligió la figura mitológica de Ceres, diosa romana de la agricultura, recordando la principal actividad de los campos donde se vino a colocar. Se encargó el trabajo a Celdoni Guixà i Alsina, escultor nacido en Igualada, a quien también se le debe la antigua placa dedicada a la Plaza de la Constitución que había, hasta hace un tiempo, en la fachada del Ajuntament de Barcelona.
Se inauguró el 28 de junio de 1830, por lo que en la actualidad tiene el honor de ser una de las fuentes ornamentales más antiguas de Barcelona. Su ubicación inicial se correspondía, más o menos, con el cruce actual del Passeig de Gràcia con la calle Provença.
¡Con el ejército hemos topado!
Dado el carácter “revolucionario” de los barceloneses y las barcelonesas, en 1870 se produjo la conocida “revuelta de las quintas” en la vil·la de Gràcia. Una oposición popular a que los jóvenes fuesen llamados a filas de manera obligatoria.
La cuestión es que al final la cosa acabó a “cañonazos”, ya que como es habitual en la historia de Barcelona, frente a la población civil siempre se ha hecho prevalecer “la razón de la fuerza, en lugar de la fuerza de la razón”.
Los militares de turno, encargados de “solucionar la revuelta”, eligieron colocar sus cañones en el nuevo paseo, ya que desde allí tenían fácil acceso hacia las “zonas rebeldes”. No obstante, había un inconveniente: la Font de Ceres suponía un engorro que impedía el libre movimiento de las tropas.
De ahí que el tema, finalmente, se subsanase optándose por desmontarla y trasladarla a un lugar con menos tránsito, como eran los barrios recién nacidos a los pies de la montaña de Montjuïc. ¡Recordad que estamos en la ciudad de las casas y los monumentos viajeros!
En el corazón del Poble Sec
El Poble Sec está considerado como el primer Eixample de Barcelona. Esa zona, situada a los pies de la montaña de Montjuïc, empezó a urbanizarse solo cuatro años después de la demolición de las murallas, a diferencia de que actualmente conocemos como l’Eixample, que todavía tardaría unos años más en hacerlo.
Ese hecho, que hizo que quedase fuera del plan inicial de urbanización de la ciudad fuera murallas, motivo que se realizase sin ningún tipo de límites, por lo que fue un tanto descuidada, parcelando según las conveniencias de los propietarios, especialmente personas de origen obrero.
Problemas con el suministro de agua
Nacieron los barrios de França Xica, Santa Madrona y les Hortes de Sant Bertran, que posteriormente se agruparían en el barrio del Poble Sec, nombre que recibió debido a que las primeras fábricas que se instalaron en la zona acabaron con el agua de los pozos que había allí originalmente.
Pues bien, siguiendo las dinámicas “viajeras” de la época, el 14 de mayo de 1874 se eligió la plaza que se formaba en la intersección de las calles de Blasco de Garay y de Magallanes para trasladar la fuente desde su ubicación inicial en el Passeig de Gràcia. De ahí su llegada al Poble Sec.
Parece ser que la fuente era casi tan grande como la propia plaza, lo que dio lugar a problemas de movilidad entre los viandantes y, según se dice, provocó más de un disgusto entre los vecinos, al caer alguno dentro. Pero la cuestión es que allí estuvo hasta 1918, cuando se volvió a desmontar y trasladas por segunda y definitiva vez. El destino: la propia montaña de Montjuic.
Su paso por el Poble Sec hizo que la plaza en la que estuvo se acabase conociendo popularmente por la plaça del Sortidor, nombre que el ajuntament acabaría oficializando en 1992. ¿Quién no ha oído la canción que la menciona?
Y fin de viaje en Montjuïc
Después del éxito que supuso para Barcelona la celebración de la Exposición Universal de 1888, a principios del siglo XX (1905) el arquitecto Josep Puig i Cadafalch empezó a gestar la idea de una nueva exposición. La idea fue ganando fuerza y una de las principales apuestas fue su ubicación en la montaña de Montjuïc, que se acabaría formalizando en 1913.
En 1917 se iniciaron las obras de urbanización de los terrenos, destacando especialmente el proyecto de ajardinamiento y construcción de pérgolas y terrazas, así como la ornamentación con fuentes y estatuas. De ahí que en 1918, con la finalidad de retornarle el esplendor inicial con la que se había creado, se decidiese reubicar la fuente medio escondida en el Poble Sec en el espacio que todavía hoy ocupa en una de las principales arterias de la montaña de Montjuic.
Mitología y arte urbano
Ignorada por la mayoría debido a su ubicación en una rotonda con bastante tráfico, os recomiendo que un día vayáis a pie a visitarla, y aprovechéis para daros un paseo por los jardines aledaños de la plaça de Sant Jordi, donde también está la única estatua ecuestre que hay de Sant Jordi en Barcelona (obra de Josep Llimona) y que disfrutéis de las vistas panorámicas que hay desde el Mirador del Llobregat.
La fuente forma parte del conjunto de Bienes Culturales de interés local (BCIL) de la ciudad de Barcelona, y está inscrita en el inventario del patrimonio cultural catalán.
Como pincelada final, añadir que en la época neoclásica esculpir imágenes mitológicas fue muy habitual en Barcelona. De ahí que en la actualidad todavía se conserven otras dos fuentes de la época de temática parecía, como es la Font de Hércules que hay en el cruce de passeig de Sant Joan con carrer Còrsega, y la Font de Neptuno, situada en un extremo de la plaça de la Mercè, y que es otra “fuente viajera” de Barcelona.
Para saber más:
Pla de Barcelona. El camí de Jesús
Passeig de Gràcia. La font viatgera del Sortidor
Un balcó al Poble Sec