¿Cuántos de nosotros –ya cincuentañeros- no recordamos a Copito de Nieve enfadado, observándonos a través de los cristales del espacio que ocupaba en el Zoo de Barcelona, o sencillamente dándonos la espalda? En 1966, antes de viajar hacia Barcelona, fue uno de los huéspedes de Ikunde…
Copito de Nieve (que con los años se convirtió en Floquet de Neu) nos dejó, pero su sombra sigue siendo alargada en Barcelona, tal y como nos recuerdan en la exposición temporal que han inaugurado en el Museu de Cultures del Món, y cuyo hilo argumental gira alrededor de aquellos años en los que Barcelona fue parte interesada de una metrópolis colonial.
Ikunde, nombre del Centro de Experimentación y Adaptación Animal que se fundó en 1959 dentro del marco de la colonización española de Guinea, da nombre a la exposición. Una exposición que recupera la memoria –un tanto incómoda- de los vínculos que unieron a esta ciudad con ese lejano país africano, y que se establecieron a partir de un conjunto de iniciativas particulares de fondo económico, que se llevaron a la práctica con el total soporte de las instituciones oficiales franquistas, interesadas en reivindicar un estatus de “potencia colonial” en la órbita internacional.
Guinea Ecuatorial, uno de los países más pequeños de África ecuatorial, con un territorio continental y otro insular, estuvo bajo dominio español desde abril de 1778 (cuando los portugueses cedieron el territorio), pero no fue hasta 1900 cuando pasó a ser considerado como una colonia.
La necesidad de vender al mundo que España seguía siendo una potencia colonial, junto a los intereses económicos de algunas empresas extractoras, convirtieron a Guinea Ecuatorial (hasta entonces un presidio para represaliados políticos) en una fuente de materias primas (como el cacao y la madera tropical) y en un símbolo de una África misteriosa y enigmática, objetivo de científicos y exploradores. La existencia del puerto de Barcelona hizo que la ciudad estuviese en el núcleo de toda esa actividad, financiada y promovida por muchas de las familias más ricas de la ciudad. Una compañía de transporte marítimo, de la que curiosamente ya nos hablaron en la ruta por la memoria de la esclavitud en Barcelona), fue una de las grandes beneficiadas de este tráfico comercial. Os estoy hablando concretamente de la Compañía Trasatlántica de Antonio López que, ya en plena decadencia, consiguió recuperarse durante los últimos años de su existencia gracias al comercio entre la colonia africana y España.
En la exposición, además de dedicar un espacio específico al ciudadano guineano más famoso de la Barcelona preolímpica, a través de una recolección de diferentes muestras del merchandising que se generó a su alrededor, nos muestra la manera de actuar de una sociedad dominante y ansiosa de riquezas llegada de la metrópoli, frente a una población dominada y anulada por esos mismos colonizadores. Palabras como expolio, saqueo y superioridad blanca forman parte del lenguaje de la exposición.
El relato se inicia con la llegada de los misioneros claretianos que, con una finalidad evangelizadora y educadora, fueron los primeros que se asentaron en el país, quienes dibujaron los primeros mapas más completos de Guinea Ecuatorial, y quienes abrieron el camino de la selva a los exploradores, científicos y comerciantes que llegarían después.
Personajes como un joven Lluis Millet (por aquel entonces el saxofonista de los Banana Boys) o miembros de la familia Carrero Blanco, así como productos de consumo tan populares como el Cola-Cao y los chocolates Amatller o Elgorriaga, son algunos de los nombres que tienen su espacio en el relato expositivo. El cacao de Fernando Poo y la madera noble de Río Muni fueron los dos principales objetivos de las compañías extractoras que se dirigieron hacia allí. ¿Cuántas casas de la parte alta de Barcelona y de segundas residencias burguesas no estarán todavía amuebladas con piezas fabricadas con madera de Guinea? ¡Los elementos más cool de la época!
Pero es quizá el espacio dedicado a la cultura que se generó como consecuencia de esa dominación del territorio, el que llame más la atención. Una cultura ideada y hecha a medida para certificar la superioridad blanca y justificar la necesidad de colonizar el país. Primero a través de la literatura, y posteriormente a través de la fotografía, se nos presenta un continente misterioso y desconocido, habitado por personas inteligentemente inferiores, que necesitaban ser cristianizadas y educadas.
Entre las piezas expuestas destaca la novela de amor «Egum», best-seller de la escritora Liberata Masoliver que localizó en Guinea, así como una buena colección de literatura científica de la época, escrita y publicada para justificar la dominación colonial. Entre ellos, libros de dudoso rigor científico como «Capacidad mental del negro» de los Dres. Vicente Beato González y Ramon VIllarino Ulloa, o el famoso “En el África Tenebrosa” de Sir Henry Morton Stanley.
También se expone una interesante colección de fotografías que, realizadas bajo un «paraguas etnográfico», no hablan para nada de las poblaciones indígenas autóctonas fotografiadas, y en cambio si que lo hacen de los fotógrafos que las tomaron. Otra muestra más del registro gráfico de la dominación de los colonizadores sobre los colonizados.
Curiosamente, como nos comenta el comisario, los orígenes del Museu Etnològic de Barcelona -al que pertenece el Museu de Cultures del Món– tiene mucho que ver con ese pasado colonial. El interés de los coleccionistas y del público en general por los artículos exóticos procedentes de culturas indígenas fue una buena excusa para conseguir piezas de arte (a precios irrisorios o expoliadas) en los lugares de origen y trasladarlas a la metrópolis. Algo así como también ocurriría dentro del campo de la flora y la fauna, con la caza de especies autóctonas para surtir zoológicos y jardines tropicales prefabricados. Pensándolo fríamente, ¿no fue eso lo que pasó con Copito de Nieve?
Antes de finalizar la visita, además de algunas fotografías tomadas en el Ikunde actual, se exponen dos mapas de Guinea Ecuatorial en donde se aprecia perfectamente la marca colonial, a través de lugares que conservan nombres que nos pueden ser tan conocidos como Montserrat, la Barcelonesa, Tibidabo, la Vigatana… Aunque si visitamos el nomenclátor de Barcelona también encontraremos una muestra de esos vínculos con el pasado colonial, con calles dedicadas a exploradores como Manuel Iradier o a la misma isla de Fernando Poo.
Ikunde. Barcelona Metròpoli Colonial
Del 10 de junio de 2016 al 5 de febrero de 2017
Museu de Cultures del Món
C/ Montcada,12
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