Tras mi visita a las termas romanas del Pati Llimona, mi debilidad a observar el paisaje urbano de Barcelona me llevó a fijarme en dos lugares muy cercanos, a derecha e izquierda de la puerta de acceso a la exposición, y que me llamaron poderosamente la atención. Ambos en la calle Regomir.
Después de documentarme, aquí tenéis un resumen de las principales curiosidades que he encontrado sobre ambos lugares: el Palacio Vilana Perlas y la Capella de Sant Cristòfol (Capilla de San Cristóbal).
El palacio Vilana-Perlas
El primer lugar se encuentra en la calle Regomir, 13. Nada más salir de la puerta que da acceso a las ruinas romanas, nos encontramos con un atrayente y ornamentado portal. Se trata de la puerta principal de acceso al Palacio Vilana-Perlas.
Según mis pesquisas, el palacio es originario del siglo XIV y está construido sobre una gran parcela situada junto a los restos de la muralla romana. Tiene un portal da acceso al patio interior -típico de los palacios del arte civil gótico catalán-, dos torres y una galería superior. Todavía conserva la estructura y algunos elementos originales, como por ejemplo las dos ventanas “coronelas”, que se pueden apreciar en una de sus paredes interiores. La característica más espectacular del edificio –y que destaca entre el resto de edificios de la calle- es el portal de estilo barroco que se construyó durante la Guerra de Sucesión y que, por su ornamentación, parece ser casi único en Barcelona.
Las características del lugar me hicieron pensar en la importancia de la persona o personas que lo habitaron, por lo que he continuado mi búsqueda de información, cuyo resultado me ha vuelto a sorprender.
Perteneció al noble Ramon de Vilana-Perlas i Camarasa, marqués de Rialb y conde de Vilana. Un notario de Barcelona a quien Carlos II otorgó el privilegio de prohombre de la ciudad en 1681.
Pinceladas biográficas de Vilana-Perlas
Fue capitán de la Coronela de Barcelona y uno de los nobles más importantes que apoyaron al archiduque Carlos en su lucha por el trono contra Felipe d’Anjou, y se encargó de leer en las Cortes la proclamación de Carlos III como rey, de quién recibió el nombramiento de Secretario del Consejo de Estado y del Despacho Universal.
En medio de la Guerra de Sucesión, cuando el archiduque Carlos marchó a Austria para ser coronado emperador, permaneció en Barcelona junto a la emperatriz regente Isabel de Brunswick, a quien acompañaría a Viena en 1713, donde se exilió.
Llegó a ser una de las figuras más influyentes de la corte vienesa y se convirtió en la mano derecha del emperador Carlos VI, actuando de primer ministro ”de facto” del Sacro Imperio Romano germánico.
Según parece, se han recuperado importantes documentos de esa época que constatan el importante papel que desempeñó a lo largo de su carrera política; cosa que no muchos barceloneses saben.
La capella de Sant Cristòfol
El segundo lugar que os quiero comentar es la capilla de San Cristóbal, que está un poco más arriba en la calle Regomir 7-9, ubicada en los bajos de la casa conocida con el nombre de Pelegrí Guarch, de mediados del siglo XIX.
Según se puede leer en la inscripción de la puerta, la capilla se abrió dentro de los restos de la muralla romana en 1503 y se reformó a finales del XIX, siguiendo el estilo neogótico tan característico de esa época.
La festividad de San Cristóbal se celebra el día 10 de julio y, según la tradición, antiguamente era el indicador para empezar a ir a la playa y bañarse en el mar.
San Cristóbal es uno de los santos cuya veneración tiene más tradición en la ciudad, aunque su origen no se sabe con certeza. Inicialmente se le invocaba contra todo tipo de mal, pero posteriormente pasó a ser el patrón de los que iban a empezar un viaje -ya fuese por tierra, mar y, más adelante, por aire- con la finalidad de que los protegiera de accidentes y de otros peligros que el desplazamiento podía comportar. La historia de este santo era uno de los entremeses de las procesiones de Corpus.
Como siempre, nos tenemos que remitir a Joan Amades para conocer algo más sobre las tradiciones de esta festividad. Una de las tradiciones más remotas relacionadas con este santo y que, parece ser, todavía se mantienen en lugares de la Asia hinduista y en África, era ofrecer un gallo a los sacerdotes que dirigían las iglesias que tenía dedicadas para que lo sacrificasen en su honor. Entre las leyendas que existen alrededor del santo destaca una del siglo XIX que explica que cada 10 de julio, a las doce del mediodía, San Cristóbal llegaba al puerto en una barca y, una vez desembarcado, recorría toda la Rambla con el niño Jesús a hombros y desaparecía al llegar a la parte más alta. En consecuencia, y según mandaba la tradición, todos los que habían visto atendidas sus peticiones al santo tenían que recorrer la Rambla y el centro de Barcelona llevando a un amigo o familiar sobre los hombros, en señal de agradecimiento. Se conocían con el nombre de tòfols o tofolets (bobos).
La fiesta de la calle Regomir, que se celebra frente a la capilla de la que estamos hablando, ha evolucionado y se ha ido adaptando a los tiempos. Según los técnicos en cultura popular, en el siglo XIX era costumbre engalanar balcones y ventanas, se vendían panes bendecidos, avellanas tiernas –típicas de esa época del año- silbatos y abanicos. Estos dos últimos objetos se intercambiaban entre los prometidos (los novios regalaban abanicos a las novias, y éstas les entregaban silbatos). Cuentan que el inicio de la festividad se anunciaba silbando todos a la vez, pudiendo imaginarnos el tremendo ruido que eso producía. Con la llegada del automóvil en el siglo XX y la adopción de San Cristóbal como patrón de los automovilistas, la fiesta dio un giro y se empezó a implantar la bendición de coches frente a la capilla, costumbre que ha llegado hasta la actualidad. Los coches, motos y bicicletas que acuden suelen ir engalanados y el cura que se encarga de bendecirlos les entrega unas ramas de espliego. La bendición la preside una pareja de los Gegants del Pi, que se plantan en la entrada. San Cristóbal -supongo que por sus dimensiones- también es patrón de los gigantes en general, y del mundo “geganter” en particular.
El volant dolç de Sant Cristòfol
Ah! Me olvidaba…, y para los golosos a los que siempre les gusta celebrar una festividad consumiendo algún dulce típico: los volantes de San Cristóbal (volants de Sant Cristòfol), un roscón de mazapán con forma de volante que se pueden compran en muchas panaderías y pastelerías de Barcelona el día 10 de julio. Aquí os dejo la receta del “Tortell de Sant Cristòfol”, por si queréis hacerlo en casa.
Será cuestión de apuntar en la agenda el día 10 de julio, y volver a visitar la calle del Rec d’en Mir para esa festividad, ya sea a pie o motorizados.
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