«Un home esternuda.
Passa un cotxe.
Un botiguer tira la porta de ferro avall.
Passa una dona amb una garrafa plena d’aigua.
Me’n vaig a dormir.
Això és tot.»
Joan Brossa
[Un hombre estornuda. Pasa un coche. Un tendero baja la persiana metálica. Pasa una mujer con una garrafa llena de agua. Me voy a dormir. Eso es todo].
He tomado de ejemplo este sencillo poema de Joan Brossa para comenzar mi post de hoy, en el que he querido dejar constancia escrita de lo que te puedes perder de Barcelona si vas de Plaça Catalunya al carrer Sant Pau sin observar ni fijarte a tu alrededor.
Evidentemente, el camino no lo voy a hacer Rambla abajo, sino serpenteando por Ciutat Vella. Un paseo fugaz de tan solo en media hora… ¡Imagínate si le dedicas todo un día!
Salgo de la estación de los FGC en plaça Catalunya y me dirijo directamente hacia el Ateneu barcelonés, en donde ya estuve de visita hace un tiempo, como os expliqué en un antiguo post. Es día de Corpus y, por lo tanto, toca una rápida visita a su jardín, para ver l’ou com balla.
Tras salir de l’Ateneu, sigo mi camino hacia la plaça de la Vila de Madrid. ¿Alguna vez has leído la dedicatoria que hay inscrita en un muro junto a la Vía Sepulcral Romana? Te dejo una foto. ¿Qué es lo que te llama la atención?
El recorrido continua por la calle d’en Bot hacia la calle Petritxol. Dicen que es la calle más dulce de Barcelona, pero tengo que dejar para otro día degustar un suizo con ensaimada. Hoy solo hay tiempo para ir mirando de lado a lado las inscripciones de los numerosos mosaicos que explican la vida cotidiana de la calle tiempo atrás. ¿Sabes que fue la primera calle de la ciudad completamente peatonal y sin bordillos? Pues parece ser que sí, y desde 1959.
Al final de la calle me vuelvo a dejar sorprender con la esperada aparición del rosetón de Santa Maria del Pi.
Cruzo la plaça de Sant Josep Oriol, recordando la fotografía que un día le hice a Àngel Guimerà sin que se diera cuenta. Inevitablemente tengo que alzar la vista hacia arriba. De un lado, para leer la inscripción que nos explica un milagro; por el otro, para volverme a preguntar ¿quién fue ese «miliciano desconocido»?
Antes de seguir por la calle d’Alsina, una mirada hacia el campanario del Pi, para recordar la noche en que nos conocimos (sí, con nocturnidad y de manera premeditada), de eso hace ya… ¿Cuánto tiempo?
Tras cruzar la calle de la Boquería, sigo por la calle d’en Rauric. Allí me llevo una gran sorpresa: ¡¡Cierra El Ingenio!! Pero esta vez el motivo no es el aumento del alquiler, sino la jubilación de sus propietarios, tal y como leo en un gran cartel que han colgado sobre la puerta de entrada. ¿Nos quedaremos sin una de las tiendas más curiosas de Barcelona? ¿Qué pasará con las letras de Brossa que están allí? A pesar de la premura del tiempo, no puedo dejar de pararme a hacer unas fotografías.
Llegó a la calle Ferran (una calle que con el tiempo perdió el número romano -VII- que acompañaba al nombre), y como suele ser habitual desde hace un timepo llena de tiendas para guiris, franquicias y bares irlandeses. Echo en falta la tienda de licores frente a cuyo escaparate me paraba cuando era pequeña para observar la botella de licor de lagarto que tenían expuesta. ¿Siempre me pregunto qué fue de ella?
Y de nuevo regreso a la Rambla, pero ahora frente al Teatre del Liceu. Hoy hay manifestación, y los trabajadores en huelga increpan a los espectadores que aguardan en cola para acceder a su interior.
No sin alguna que otra dificultad llego finalmente a mi destino, la vermutería El Tabarlot, en el número 4 de la calle de Sant Pau. Antes de entrar, una vista hacia atrás, y sorpresa… ¡La mirada se vuelve a topar con mi querido campanario del Pi!
Hoy no hay tiempo para degustaciones, ya que el motivo de la reunión es el encuentro mensual de BcnTB, pero tomo nota para pasarme por ahí en cuanto pueda.
De momento aquí os dejo con una divertida y colorida imagen de su decoración…