Como la mayoría de nosotros ya sabemos, los gremios fueron una de las organizaciones más importantes de la Barcelona medieval y alcanzaron mucho poder, tanto político como económico, al margen de su carácter de organización profesional que aglutinaba a los profesionales de cada uno de los diferentes oficios que se desarrollaban en la ciudad.
La sociedad del bienestar medieval
Eran agrupaciones de artesanos dedicados a un mismo oficio, organizadas corporativamente para resolver necesidades comunes de todos sus miembros, donde cada gremio tenía sus propias ordenanzas. Se solían instalar en una misma calle, convirtiéndose en el grupo de artesanos predominante que, por lo regla general, llevaba el nombre de ese oficio. Los gremios, a su vez, formaban parte de las cofradías, asociaciones de carácter religioso-benéfico-social que se ponían bajo la advocación de un santo protector, a quien nombraban como su patrón. Inicialmente las cofradías las constituían personas que trabajan en un mismo gremio, pero con el tiempo empezaron a integrarse con las de otros oficios que se relacionaban entre sí.
Para ser miembro de estas agrupaciones se tenía que pagar una cuota, a cambio de la cual se recibían algunos servicios de manera comunitaria como por ejemplo: poder disponer de un lugar para el entierro (muy importante en la época medieval), formación de los aprendices, subsidios de viudedad y pobreza, una rudimentaria asistencia sanitaria… Trasladando la organización gremial a la actualidad, englobaría las escuelas de primaria y de formación profesional, los sindicatos y las mutuas laborales. En otras palabras, la “sociedad del bienestar” de la Edad Media, por lo que entrar a formar parte de un gremio era algo muy interesante.
La base de inspiración de la ruta
Hace un tiempo, La Vanguardia publicó un artículo en el que proponía hacer una pequeña ruta por algunos lugares de Barcelona relacionados con los antiguos gremios medievales, situados principalmente en el barrio de la Ribera. Un lugar que no ha perdido su eminentemente carácter comercial de antaño, y que conserva muy vivo el recuerdo de esas corporaciones, ya que muchas de sus calles han mantenido el nombre de la actividad o del oficio que se había llevado a cabo en ellas.
Como siempre me ha entusiasmado todo aquello relacionado con la organización y la historia del mundo de los gremios, utilizando de base las notas publicadas en el diario, me puse a investigar y buscar información más concreta para elaborar un recorrido lo más completo posible. Y, aunque seguro que me dejo algo… aquí está mi propuesta.
La ruta por la Barcelona gremial
Sin salir de Ciutat Vella, partiremos de la Via Laietana a la altura de la plaça de l’Àngel, para recorrer primero las calles de los barrios de Sant Pere y de la Ribera, y a continuación, cruzando de nuevo esa artería principal, nos iremos a pasear por el Gòtic, para acabar frente a la Basílica de Santa María del Pi.
Por Sant Pere y la Ribera
Empezamos nuestro recorrido por la calle de la Argenteria, cuya actividad principal se centraba en el comercio de los metales preciosos. Dicen que era la calle que más «relucía» de Barcelona, por el brillo de las joyas que llevaban puestas los que pasaban por allí. ¿Os habéis fijado en la amplitud de la calle, respecto al resto de las de la zona? ¡Se deduce, a simple vista, que allí se movía dinero! Además, dicen que fue la primera calle de Barcelona en tener aceras, evidentemente para facilitar el tránsito de personas y carruajes.
Al principio de la calle nos cruzamos con la calle dels Vigatans, donde dicen que había un hostal frecuentado por mercaderes dedicados al comercio de las vigas. Existen documentos que citan la calle como dels Bigatans, y otros como dels Viguetans, aunque no queda claro si realmente se dedicaban a construir vigas de madera para enrejados, o a otra labor. Muy cerca de ese lugar está la calle dels Cotoners, cuyo gremio data de 1433, aunque ya estaban representados en el Consell Municipal desde 1257.
Continuamos hacia la plaça de Santa Maria. Al final de la calle empiezan a surgir infinidad de calles con nombres de gremios o relacionados con ellos. La primera es la calle dels Sombrerers. Las ordenanzas de este gremio datan de 1545, aunque el nombre ha ido variando a lo largo de su historia: barreters, capellers, sombrerers… Próxima a esta calle está la de Sant Antoni dels Sombrerers, donde había una capilla dedicada a este santo, y que el gremio la mantenía económicamente.
Frente a la puerta de Sombrerers de Santa Maria del Mar -quizás la menos conocida-, empieza la calle dels Mirallers, dedicados antiguamente a la fabricación de espejos (miralls) y parece ser que hay constancia documental de que en 1492 el gremio ya era conocido por ese nombre.
Regresamos a la plaça de Santa Maria, y nos dirigimos hacia las calles que hay enfrente del templo. La primera calle es la de Caputxes, donde estaban los talleres que elaboraban capuchas. La siguiente calle es la dels Abaixadors (tundidores), cuyas ordenanzas datan de 1456, cuando se separaron de la cofradía de los tejedores de lana. Seguimos por la calle dels Agullers, artesanos dedicados a la fabricación de agujas y utensilios para la pesca, y cuyas ordenanzas datan de 1786. Hasta su separación habían formado parte de un gremio conjunto con los cerrajeros y los armeros.
A continuación llegamos a la calle dels Consellers y, seguidamente, a la de Portadores, que según el nomenclátor correspondía al lugar en donde estaban los Mestres d’Aixa (constructores de barcos de madera), que también fabricaban portadores, un tipo de vasija de madera para transportar vino a caballo. Por último nos encontramos con la calle Canvis Vells donde, ya en el siglo XIII estaban los mercaderes que se dedicaban al cambio de moneda.
De regreso a la plaça de Santa Maria nos tenemos que fijar en dos encorvados personajes que hay en la puerta principal de acceso al templo. Son los Bastaixos de la Ribera, de los que ya hablamos en la visita que hicimos a la Basílica de Santa María del Mar. Fue el gremio de mayor importancia en la construcción de ese templo ya que, acabada su tarea diaria y de manera desinteresada, se dedicaban a carrear las piedras necesarias para la obra desde la antigua cantera de Montjuïc. Hoy en día, en el interior de la basílica todavía hay capillas pertenecientes a algún gremio, como había ocurrido siglos atrás.
De nuevo en el exterior pasamos por la calle de la Espaseria, donde estaban los talleres de los fabricantes de espadas, cuyas ordenanzas datan de 1413 pero que ya se conocía en 1390. A continuación viene la calle de la Volta dels Tamborets (o Tamboriners), oficio que ejercían los que trabajaban en una de las ramas de la antigua carpintería naval que se estableció en la zona del Born en época de Jaume I. Siguen las calles de la Vidrieria, donde estaban los vidrieros desde el siglo XIII, la de la Formatgeria, en donde vendían sus mercancías los queseros que venían de fuera de Barcelona, y la de la Esparteria, donde estaban los obradores de los esparteros que se habían establecido en el Born. Como curiosidad, el nomenclátor indica que en 1804 se inauguró la fonda Ca l’Afartapobres, que dio lugar a la expresión «sembla ca l’afartapobres» («parece casa del sacia pobres»), debido a que era un lugar muy modesto y donde se hacía pasar hambre a los huéspedes.
Cruzamos el passeig del Born dirección montaña, y seguimos nuestra ruta por la calle dels Flassaders, artesanos que se dedicaban a la fabricación de mantas y cuyo gremio tenía unas ordenanzas de 1331. En esta calle, y en el edificio que todavía conserva el escudo de armas, estaba ubicada la Seca reial o Real Fábrica de Moneda de la Corona de Aragón, de la que ya hablamos cuando fuimos a visitar los palacios de la calle Montcada. Lo que no dije entonces, es que el nombre seca procede de la palabra árabe sekka, que significa “lugar en donde se fabrica moneda”. La fábrica funcionó de manera discontinua de 1441, cuando el rey Alfons V otorgó el derecho de encuñar monedas, hasta 1881 cuando cesó en su actividad. A lo largo de los diferentes siglos se encuñaron florines, ducados, escudos, luises, treintenas y, ya en el siglo XIX, pesetas con la inscripción “Principado de Cataluña”. Paralela a esta calle, está la calle del Corretger, donde se establecieron los fabricantes de cinturones y correas de cuero, cuyo gremio data de 1424.
Cruzamos la calle Princesa y nos dirigimos a la calle dels Assaonadors, gremio que integraba a los artesanos que se dedicaban a trabajar la piel y el cuero. En el número 1 de la calle todavía se conserva una hornacina con una escultura de su patrón, San Juan Bautista, y sobre la puerta de entrada se distingue la silueta de un peine como los que solían hacer servir para raspar las pieles. El gremio es anterior a 1257 y sobrevivió hasta 1836.
Un detalle, que había pasado por alto comentar, es que la mayoría de los gremios que trabajaban la lana o el cuero se ubicaron muy próximos a la zona del Rec Comtal (actualmente junto a la plaça de Sant Agustí Vell), ya que el suministro de agua era vital para llevar a cabo su trabajo. De la plaza parte la calle dels Tiradors (que aunque no hace referencia a un gremio en concreto, era el lugar que usaban los pelaires y tintoreros de trapos hechos con lana para tenderlos) y la calle dels Carders, artesanos dedicados a cardar la lana.
De regreso hacia Via Laietana, todavía pasaremos por otras tres calles con reminiscencias gremiales. La primera es la calle de les Candeles, que recuerda el gremio de los candeleros de sebo y de cera cuyas ordenanzas datan del año 1372. La segunda es la calle dels Mercaders, los personajes más sobresalientes del comercio barcelonés desde el siglo XIII, en la que muchos establecieron su residencia. Y la tercera es la calle dels Corders, que tal como explica la leyenda era uno de los gremios más ricos de la ciudad por tener “una doble caja”… Me explicaré.
Estos artesanos, cuya existencia está documentada ya a principios del siglo XIV, se dedicaban a fabricar y a vender cuerdas hechas con cáñamo o intestinos de animales. Según parece tenían dos grandes grupos de clientes: los propietarios de barcos mercantes y los representantes de la justicia, dada la importancia que tenían las cuerdas en una época donde la existencia y el uso de las horcas estaba al orden del día. Se dice que, con relación a la segunda función de las cuerdas, estos artesanos recibían continuamente “donaciones monetarias” para ser muy diligentes (o poco diligentes) en la calidad de las cuerdas que fabricaban para los patíbulos, ya que si una cuerda se rompía, el reo obtenía la libertad y no era ejecutado. Una clara muestra de ese poder económico fue cuando, a petición de las religiosas del Convent dels Àngels, el gremio financió una parte de la construcción de un nuevo convento dentro de las murallas, que todavía hoy se conserva en el Raval.
Antes de seguir nuestro paseo, vale la pena ir a visitar uno de los edificios más emblemáticos de Barcelona relacionado con los gremios; además de ser famoso por sus esgrafiados. Es la Casa del Arte Mayor de la Seda o Casa del Gremi dels Velers, artesanos dedicados a la fabricación de velas para navíos. Este gremio, que existía en Barcelona desde 1553, experimento un gran crecimiento en el siglo XVII debido al aumento de la demanda de velas de seda como consecuencia del incremento del volumen del tráfico marítimo.
Por el Barri Gòtic
Cruzamos la Via Laietana y nos adentramos en el Barri Gòtic, donde nos iremos cruzando con más calles gremiales, repartidas por diferentes zonas.
La primera, paralela a Via Laietana, es la calle de la Tapineria. Allí estaban los talleres de tapines, una especie de sandalias de cocho, forradas de cuero y con una cobertura de tela que usaban antiguamente las mujeres. Según parece el nombre inicial de estos artesanos era xapins o xapiners. En el Museu Disseny Hub Barcelona están expuestos algunos modelos de este tipo de calzado.
Pasamos por la calle dels Brocaters, que se encargaban de elaborar brocados y se regían por una ordenanza de finales del siglo XIV. Y llegamos a la calle de la Freneria, que ya visitamos durante nuestra ruta a través de los códigos QR, recordamos la ubicación de la mayoría de talleres dedicados a la fabricación de utensilios para caballerías.
Llegados a esta altura de la ruta, tenemos que bifurcar el camino en dos direcciones.
La primera bifurcación nos llevará hacia la plaça dels Traginers (arrieros), en donde había estado la casa gremial de tres oficios relacionados con el transporte: los bastaixos de la Ribera (de los que ya hemos hablado), los que se dedicaban al alquiler de mulas y los arrieros. Seguimos hacia la calle dels Escudellers (fabricantes de platos de cerámica), lugar en donde se estableció el gremio de los terrissaires (alfareros) durante toda la Edad Media, ya que aprovechaban para su trabajo las arcillas amarillentas que había en la zona. Perpendicularmente, está la calle dels Escudellers Blancs, gremio de artesanos que trabajaban la cerámica más delicada y fina. Acabamos esta parte del recorrido en la calle dels Obradors (talleres), nombre que de manera conjunta recuerda a todos los talleres de esa zona, en los que se fabricaban ollas, jarras, ladrillos y baldosas, muchos años atrás.
La segunda, va hacia la plaça de Sant Felip Neri, donde veremos dos edificios de gremios, que fueron trasladados ahí desde su ubicación original. La primera fachada corresponde al gremio de Calderers o fabricantes de calderos. Sobre la puerta de entrada se puede ver un par de cucharas cruzadas, que corresponde al emblema de estos artesanos. La segunda fachada es la del gremio de Sabaters (zapateros), donde está el escudo de Sant Marc patrón del gremio. En el interior está el Museu del Calçat, donde se conserva la horma gigante que utilizaron para hacer los zapatos a la estatua de Colón que hay junto al puerto. El gremio de los fabricantes de calzado es el que está documentado como el más antiguo de Barcelona, ya que en 1203 solicitaron poder disponer de una capilla dedicada a su patrón en la Catedral, que todavía hoy se conserva. Como curiosidad, en la fachada lateral de la Catedral se puede ver el relieve de un zapato medieval, a modo de firma o sello, que se interpreta como una especial relación de esos artesanos con la catedral de Barcelona, seguramente a raíz de alguna aportación económica.
Ya de camino hacia el final de la ruta, pasamos por la calle dels Boters, gremio que se dedicaba a la fabricación de botas de madera para contener vinos o licores, y cuyas ordenanzas datan de 1441.
Tal y como nos proponía La Vanguardia, también acabaremos la ruta en la plaça del Pi. Frente a la entrada principal de la Basílica de Santa Maria donde está el edificio que ocupó la sede principal del gremio de los tenders revenedors (tenderos revendedores), que se creó en el siglo XV y se instaló allí en el siglo XVIII. Entre las curiosidades que se pueden ver en la fachada del edificio están los esgrafiados que la adornan, hechos con arena de playa, y la hornacina con una estatua del arcángel San Miquel, patrón de dicho gremio.
Y hasta aquí el paseo por las calles de la Barcelona gremial. Para los que se hayan quedado con ganas de saber más acerca de la organización y la estructura de los gremios medievales, os recomiendo que os miréis éste post, que también lo podéis leer aquí, traducido al inglés.
[Nota: las fechas que se mencionan sobre el origen de cada uno de los gremios están extraídas del nomenclátor de la ciudad de Barcelona.]
Gracias por este artículo muy interesante sobre la Barcelona gremial. Sólo quería comentar que según lo que he podido leer, el «gremi de velers» cuya sede se ubicaba en la Casa de la Seda no fabricaba velas para los barcos sino velos de seda, todo un arte, igual más artistíco 🙂
Hola Florence! Gracias por el comentario.
Sí, eran fabricantes de velos de seda. Traducir literalmente «velers» por «veleros» da lugar a ese error, en el que se suele caer a menudo.
Un saludo,
Conxita