Pasear por Plaça Catalunya y sus alrededores cada día es menos atrayente. La plaza más representativa de Barcelona está volviendo a convertirse en aquel espacio desangelado que era allá por el siglo XIX…
Un espacio «ocupado», que se está convirtiendo en un mercadillo callejero móvil, que cada vez recuerda más al entorno que acabó degradando a los desaparecidos Encants Vells.
Es divertido oír comentar a unos amigos brasileros, algo sorprendidos ante el espectáculo, que ellos pensaban que vender productos falsificados estaba judicialmente perseguido en Europa.
Y eso es solo una pequeña parte del problema. Desde hace unas semanas, las escaleras de acceso a la estación de la Línea 3 desde el intercambiador subterráneo es un verdadero muestrario de productos falsificados ocupando el espacio de tal manera, que incluso llegan a impedir el correcto fluir de los pasajeros que acceden al andén. ¿Ya se ha planteado Transportes Metropolitanos de Barcelona qué ocurriría si tuviesen que evacuar rápidamente la estación por cualquier alarma? ¿Las medidas de seguridad permiten ocupar de esa manera una zona de acceso a un andén, que además es zona de paso para acceder a la Línea 1? ¡Uf! Cuantas preguntas ¿no?
Pero ahí no queda la cosa. Ahora le ha tocado el turno al vestíbulo que comparte el intercambiador de la Línea 1 con Renfe, bajo la esquina de plaça Catalunya con Ronda Universitat. Hasta el pobre mendigo que habitualmente pide caridad al final de la escalera se ha visto desplazado por la multitud de productos expuestos que ocupan el suelo. Desde la escalera de bajada hasta las máquinas de validación de billetes del metro, todo es una gran exposición sin orden ni concierto. Eso sí, ningún vigilante o empleado de TMB a la vista. Llama la atención que la «exposición de productos» se produzca justo frente a una serie de establecimientos cerrados, que quizá la crisis haya hecho hecho imposible poder mantenerlos abiertos.
Pero lo más gracioso de todo ello es que cada vez que paras a un Guardia Urbano, situado «estratégicamente» unos metros más allá del lugar del trapicheo, amablemente te sonríe y te contesta: «Señora, tiene toda la razón, pero es lo que hay». Ya me ha pasado en dos ocasiones. Incluso algunos de ellos han aprovechado para expresar su malestar por la impotencia de no poder hacer nada ante las quejas repetidas de algunos transeúntes, tan indignados como yo.
Si subes a la línea 1 del metro y te apeas en la parada de Glòries, nada más salir al exterior, volverás a sorprenderte ante el espectáculo que verás. En la explanada que hay frente a la moderna edificación que acoge desde 2014 el Mercat Fira del Bellcaire, otro mercado paralelo, ilegal y decadente ha vuelto a invadir el espacio que tanto costó mejorar. Una imagen que nos devuelve a épocas pasadas que creíamos ya haber dejado atrás.
Y si yo, como simple barcelonesa de a pie, me siento decepcionada porque los que gobiernan la ciudad estén permitiendo esta degradación, me pregunto qué deben opinar los comerciantes -entre los que están los que tienen un establecimiento legalmente establecido en los pasillos del metro- cuando tienen que soportar tanta competencia desleal, incentivada por la vista gorda del propio Ayuntamiento, a quien tienen que pagar religiosamente los impuestos municipales correspondientes para poder abrir cada día las persianas de sus puestos de trabajo. ¿Es normal que se permita la ocupación ilegal de la calle frente al acceso a establecimientos que están pagando alquileres de como mínimo 6000 € cada mes, tal y como ocurre en Portal de l’Àngel o la misma Rambla? ¿Qué pasaría si mañana me levanto y se me pasa por la cabeza bajar al centro de Barcelona y montar algo similar a un garage sale frente a… la Boquería?
Esta pasada Navidad, en el espacio de sátira política Polònia pudimos ver un gag al respecto, que como siempre ocurre, lo clavaron. Ante la necesidad de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, de adquirir unas bolas para decorar su árbol de Navidad, un comerciante algo airado le acaba recomendando que fuese a comprarlas a un top manta, porque él no se las iba a vender. ¿Qué pasaría si un día todos los comerciantes de la ciudad se plantasen y decidieran cerrar sus comercios como protesta, convirtiendo Barcelona en una ciudad «comercialmente» fantasma? ¿Qué titular elegirían los medios de comunicación para explicar la noticia?
Sí señores, está es la Barcelona que a la mayoría no nos gusta, aunque pocos quieran levantar la voz para decirlo. En Barcelona tenemos que ser solidarios, pero no idiotas, especialmente todos los que estamos cosidos a impuestos.
Eso sí, si repasamos las teorías de las leyes de la oferta y la demanda, sabemos que no hay oferta sin demanda, ni demanda sin oferta. Por lo tanto, si los que mandan no solucionan el tema de la oferta, será cuestión de ir empezando a poner límite a la demanda.
¿No será que finalmente la culpa es del consumidor final que no tiene perjuicios en adquirir productos ilegales, cometiendo un delito de colaboración? Ahí dejo mi reflexión.
Hola:
Me uno a vosotros y espero que sea por una causa justa, yo diría muy justa.
Solo haré una pregunta, porqué siento tanta TRISTEZA CUANDO PASEO POR SUS CALLES Y VEO TANTA SUCIEDAD Y DETERIORO ?.
Una sensación que muchos sentimos, de un tiempo para acá. Sabe mal decirlo, pero Barcelona ha entrado en una etapa de decadencia absoluta, guste o no oírlo decir. La sensibilización de los que habitan la ciudad es imprescindible, unida a una buena gestión pública de las necesidades de la ciudad. Esa sensibilización no está al 100%, y la gestión pública es completamente deficiente.
Esperemos que Barcelona pueda volver a resurgir de sus cenizas actuales, tal y como ha hecho a lo largo de muchas etapas de su historia.
Un saludo.
Yo también haré voz a tu campaña. No me gusta como la ciudad está tomada de top mantas. Es veo y además una vergüenza. Hay que pensar en una solución para todos. Otro día ni se podia caminar en la estación de Plaza Cataluña.
Eso es precisamente lo que tendríamos que hacer todos. A ver si de una vez se dan cuenta en el Ayuntamiento que no lo están gestionando tan bien como se creen. Ser solidarios con los desfavorecidos no es compatible con alinearse con los que no respetan la ley, sean quienes sean. Gracias, Cristina, por tu comentario.